CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Segunda de dos partes. Las llamas se extinguieron, los escombros fueron recogidos, pero muy lejos estaba de terminar la angustia para “Juan”.
El ex policía, lejos de ser aplaudido, fue apuntado por el organismo de seguridad. “Me tomaban como acusado, no tanto culpar pero sólo me dijeron “¿Usted qué tuvo que ver? ¿Qué hacía?” y yo me acuerdo que repetí varias veces lo mismo”.
Luego de días de cuestionamiento, en el que los oficiales trataban de asegurarse que él no tuvo que ver con el atentado, el hombre finalmente fue turnado con la psicóloga del Complejo Estatal de Seguridad Pública.
La especialista dedujo que “Juan” se encontraba estable mentalmente por lo que pudo retomar sus labores en el patrulleo.
Tal vez en los tests de psicología no arrojó irregularidades, pero físicamente ”Juan” había bajado mucho de peso y se sentía mal, por lo que se realizó un estudio médico, el que reveló que a raíz del atentado el hombre ha desarrollado diabetes tipo 2.
En ese tiempo el hombre recién retomaba su vida a la normalidad, por lo que decidió ocultar este diagnóstico para no ser dado de baja por no ser apto para el cargo.
Ese año fue difícil para «Juan» y su familia ya que pasaron 12 meses en los que fue sometido a guardias de 24 horas por 24, en las que hacía operativos conjuntos fuera de la ciudad y sin viáticos.
“Una vez me tocó llegar de un operativo y en ese momento me subieron a la camioneta sin nada mas que uniforme”, dijo.
Los días en que recorrían los municipios se mantenía de lo que las personas le regalaran; queso, chorizo e incluso huevos de patio era lo que comía cuando había suerte.
Fue año y medio en condiciones inhóspitas, en las que la mayor parte de su sueldo se iba en mantenerse durante las jornadas fuera de Ciudad Victoria. “Juan” decidió que su tiempo en la policía estatal había terminado.
¡FUERA!
Una noche fría y oscura durante la guardia en Villagrán, “Juan” le expresó su deseo de renunciar a su superior. Éste no reaccionó de buena forma.
La mañana siguiente fue despertado al amanecer, se le quitó su arma, el uniforme, placa y abandonado en la plaza principal del municipio, sin posibilidades para regresar a Victoria.
Pidiendo “aventones” a personas que pasaban por la carretera pudo llegar a la capital para dirigirse al Complejo de Seguridad.
Al llegar a la base ya tenían preparada su renuncia, la cual le hicieron firmar de inmediato sin derecho a pensión, lo cual le causó mucha molestia al ver que no se le reconoció su sacrificio.
“A lo mejor ellos con tal de encubrir las cosas vienen y, bueno así se las gastan, cuando eres policía sabes a lo que te exponen, pero ya cuando no te ayudan ni nada ahora sí que si no ayudas no me chingues“.
¿Tiene miedo de represalias?
«Prefiero estar en el bote que seguir con mi familia sufriendo, o que me vengan a matar de una vez porque esto es un martirio».
DISCRIMINACIÓN Y DESCONFIANZA
Lejos de ser un orgullo para la sociedad el haber pertenecido a una corporación, causa temor y rechazo por parte de quienes lo rodean que generalmente se niegan a contratar a los elementos que desertan.
Al renunciar de la estatal “Juan” inició un peregrinar de 3 meses en busca de un empleo por las maquiladoras que se encuentran en Victoria, tiendas, mini súper, y todo negocio que solicitara trabajadores, su respuesta, sólo puertas cerradas.
“Nomás les decía que fui policía estatal preventivo y me decían ”nosotros le hablamos”. En otras sí me decían es que ex militares y policías no queremos, así de fácil”, explica el hombre mientras que con un palo limpia el maíz que esa tarde vendería.
¿Entonces está muy fuerte el estigma?
«Desgraciadamente por malos elementos, lo que ha pasado y que han apresado pues ya queda un trauma para la gente».
SOBREVIVIENDO
Sin un sustento familiar, tres hijos y los gastos en aumento, el desempleado pidió un préstamo al banco el cual lejos de ayudarle le robó el sueño por los intereses que generaba al pasar el tiempo.
Hoy después de un año seis meses de haber renunciado, “Juan” vive al día. El sueldo de 6 mil pesos a la quincena sólo es historia y sobrevive con 200 pesos al día, resultado de una larga jornada vendiendo elotes.
Mientras tanto su esposa cubre tiempos extras en una maquiladora para solventar los gastos fuertes de la familia como lo son pagar la primaria de sus dos hijos mayores y el kinder del pequeño.
Fue su pareja la que consiguió un crédito en Coppel con el cual adquirieron el triciclo que hoy utiliza para hacerse de ingresos.
En un día normal “Juan” despierta desde temprano, despide a su esposa que tiene que ir a la maquiladora, después ayuda a vestir a sus hijos mayores y los lleva a la primaria.El pequeño, aún adormilado por lo temprano de la ‘levantada’, es el que acompaña al ex policía a comprar la materia prima: elote, queso y mayonesa para la venta del día.
“Compro las cosas que voy a ocupar, el elote que ahorita está entre 2.50 hasta tres pesos el elote, no le gano mucho yo compro unos 50 elotes nada más, para esto rebano 20 y 30 enteros”
Terminando las compras lleva al menor al kinder y corre hasta su domicilio para encender la leña y limpiar el producto.
En las tardes vende los elotes en cuatro colonias alrededor de su hogar, con el rostro triste explica que quisiera hacer más, pero no puede pues le toca cuidar a sus pequeños mientras su esposa concluye la jornada laboral.
¿Qué es lo que usted solicita?
“Que me dejen trabajar, si no me dan que no me quiten y si no que me dan trabajo, trato de ganarme la vida honradamente, capacitado para manejar las armas estoy y hasta ahorita no he agarrado mal camino”
“Juan” vive al día, pero al menos, aún vive.




