Muy pocas cosas habrán cambiado en México cuando el papa argentino regrese a Roma, a sus actividades normales. Ni la suerte del peso, ni la del barril petrolero dependen de ello.
Tampoco parece que la visita de FRANCISCO impacte (bien o mal) en la popularidad del presidente PEÑA NIETO. Ni, menos, que represente alguna inyección de simpatía hacia los gobernadores involucrados en el recorrido.
En cualquier caso será algo tan pasajero que difícilmente podría ser registrado con alguna herramienta estadística. Son pocos los días para dejar algún efecto permanente en el país anfitrión.
Los partidos volverán a lo suyo, los tres niveles de gobierno también y la agenda electoral de este año recuperará los espacios estelares en las primeras planas, al igual que la nota roja.
Pero sí veremos cada día más reforzada la sensación de que la cúpula vaticana vive hoy un replanteamiento inédito y significativo, más allá de los viejos conceptos de izquierda y derecha.
Cambio de percepción revelador, sustancioso, que lleva implícita una profunda crisis de identidad. Se derrumban mitos que hasta ahora han servido de pantalla para grandes negocios al amparo de la religión.
AJUSTAR LA MIRA
Audazmente, algunos analistas económicos han empezado a ubicar al Vaticano como un territorio “offshore” al estilo de las Islas Caimán, donde el dinero entra y sale en cantidades estratosféricas y se mueve entre pocas manos, con usos y destinos inciertos.
La visión que ahora se tiene del colegio cardenalicio es la de un consejo de magnates cuyo poder trasciende al de los reinados papales.
Cabría añadir que el pontificado, como institución, es heredero directo de los emperadores romanos, cuya figura, una vez cristianizada, vino en llamarse “cesaropapismo”. Dos poderes, el religioso y el temporal, en una misma persona, teocracia pura.
Su actual esquema de privilegios, el patrimonialismo sobre bienes y personas, es tan antiguo como la Roma imperial.
Por ello la pedofilia eclesial jamás se entenderá del todo mientras pretendamos verla como práctica aislada o abuso circunstancial.
La servidumbre sexual que ayudantes y colaboradores cercanos deben a su respectivo superior jerárquico es una añeja y extendida costumbre romana.
Lo cual no parece haber cambiado mucho cuando el antiguo modelo politeísta fue reemplazado por la fe católica.
REFORMA INCIERTA
A sus 79 años, JORGE MARIO BERGOLIO sabe que es muy estrecho su margen de maniobra para dignificar los manejos financieros de la institución a su cargo. Ni quien lo dude, la suya es una carrera contra el tiempo.
Y el problema aquí no es solamente el conservadurismo de la curia heredada por los dos papas anteriores.
Más grave aún es su venalidad, la opacidad de su administración cotidiana, sólo comparable con la que priva bajo el absolutismo islámico o la Corea de KIM JONG-UN.
En Roma, un reducido grupo de príncipes maneja cantidades estratosféricas de dinero de las cuales escasamente rinde cuentas.
¿A quien rendirían cuentas si la población oficial de ese pequeño territorio no pasa de mil habitantes, de acuerdo a la estadística oficial de la ONU?
Esta es la oscuridad reinante (y el comprensible anhelo de transparencia) que mencionó FRANCISCO en su brillante discurso del sábado pasado en la Catedral Metropolitana, frente al zócalo.
La prensa mexicana, desde luego, trae agenda propia que incluye atender cualquier posicionamiento papal en torno a temas como Ayotzinapa, derechos indígenas, inseguridad, delincuencia y corrupción.
Importantes todos ellos, aunque se diría que demasiado locales. Ciudad y mundo, urbi et orbi, para fines de un análisis mayor, los rubros son definitivamente otros.
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