Ayer fue el Día Mundial del Arte. En realidad el día mundial del amor al arte como una fuerza impresionante del ser humano. El arte nos distingue de los animales aunque mi gata Monina también se distingue porque es un poema en el pasillo de mi casa. Me refiero a mi gatita de 11 años de edad.
El arte es espíritu poderoso que ha marcado los senderos del hombre desde tiempos inmemoriales. La pintura es el primer vestigio y es la forma impresa en los muros y cavernas del mundo.
He dicho algunas veces que el arte es un murciélago en la noche del tiempo. Araña la luz y muerde las galaxias en los hombros de las diosas que generan las emociones del pincel, el rojo de la sangre que corre en las arterias de la tela.
El murciélago invade los telares del cielo y succiona en la noche los jugos de colores de la tela y en la mañana se cuelga del cuerpo de la pintura expresada, descubierta en su dibujo gótico que se estampa en la memoria.
Rembrandt, leí, que “el pintor sigue a la línea y al color, pero al final encuentra a la poesía”.
Y es que los pinceles incrustados del ser volador de alas cristalizadas como lo es el murciélago de fantástico diseño.
La memoria es un carburador de luces que alumbran los caminos ciegos del murciélago que busca su guarida en los pechos de los árboles y en la espalda del universo cercano.
La pintura no ha muerto a pesar de los torrentes de tecnología. El murciélago anuncia, los pinceles de Marinetti, el futurista italiano que pintó el universo antes que todos los pintores de la fantasía amorosa.
Preparo mi nuevo libro de narrativa y poesía El Vampiro Gótico.
