¿Porqué nos llama tanto la atención lo negativo? ¿Porqué somos incrédulos ante las noticias positivas? ¿Porqué consideramos verdades absolutas la información que denosta a alguien? ¿Porqué vemos con suspicacia las cifras que muestran mejora en cierto rubro? ¿Porqué nos aferramos a que es verídico que la prosperidad de un personaje ha nacido de uno o varios hechos ilícitos?
La respuesta considero que es sencilla: así es la naturaleza humana. Preferimos dar por sentado lo sensacionalista a lo verídico. Aunque la opción real sea visible, el amarillismo siempre será un mejor producto que comprar.
Por ejemplo, la misma fuente de información, el Sistema Nacional de Seguridad Pública, indica que Victoria tiene un alto número de secuestros, pero también nos dice que ha habido un decremento en la totalidad de los delitos. ¿Qué noticia creerá usted?
La negatividad se alimenta por la percepción de que los titulares de las instituciones ocultan información o presentan versiones distorsionadas de las cosas que cotidianamente suceden.
A veces, la presentación de las noticias se hace en forma tal que el receptor las toma, en el mejor de los casos, como un chascarrillo. Otras veces, dependiendo del sentido, se asume casi como “palabra del Señor”.
Existe un espacio amplísimo entre la sociedad y la comunicación gubernamental en todos los niveles, pues la primera no es consumidora de los productos que la segunda le vende.
Incluso, pudiéramos hablar de que hay una indigestión generalizada, todo cae mal y todo hace daño.
¿Cómo recuperar, si es que alguna vez existió, la relación comunicativa entre gobierno y sociedad? La respuesta a esta pregunta nos puede ayudar a descifrar el enigma amarillista.
A OJO DE BUEN CUBERO
Ya cierran las campañas en los estados que renuevan gubernaturas. Hay que salir a votar el 5 de junio.
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