CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Chacha se quedó sin el amor de su vida, Tamaulipas y Victoria perdía a Ramón Durón Ruiz y la historia al Filósofo de Güémez.
Ayer era la incredulidad ante la noticia, hoy, las caras largas asimilaban entre los abrazos fraternales la ausencia del amigo, el político y de aquel que en vida llevó a la práctica
el lema de los Zorrilla que se ubica en el descanso de las escaleras del Hotel Los Monteros en Victoria.
“Vivir se debe la vida, de tal suerte que vida quede en la muerte”…
Justo eso hizo Ramón Durón Ruiz, dice el cronista de Victoria, Gustavo Adolfo García Paz, quien asegura que Ramón Durón Ruiz ha trascendido, “No se va sólo Ramón, se va un ser sui géneris, alguien que no tenía antecedente y difícilmente tendrá un consecuente. Porque se encargó de recuperar la sabiduría bucólica, la sabiduría de campo, que vivieron en el medio rural los que disfrutaron la vida en la naturaleza y que aprendieron a vivir con ella, y de esos seres difícilmente vamos a encontrar”.
Estaban para extrañarlo Ismael García, “El Tigre”, quien lo llamó su cliente preferido, porque él es originario de Güémez y agradecía que Ramón hiciera famosa su cuna a través de tantas frases que contagiaban el buen humor.
Platicaban cada vez que el Doctor Ramón podía, últimamente más ocupado en la política, pero a fin de cuentas llegaba desde cualquier parte de México para comer las gorditas de Victoria.
Con el mismo sentir acudió Sarita Vargas, quien compartió con él la política mientras Ramón Durón Ruiz era el alcalde de Victoria.
Para él no había cuotas de género para cumplir, invitaba a las mujeres que habían hecho trabajo, y no requerían de peticiones de partido.
“Estoy despidiendo a mi amigo de muchos años, lo conocí desde joven como maestro, luego en la política, mis hijos son amigos de sus hijos, así que sentimos mucho este deceso, nos conocíamos entre amigos, entre matrimonios y cuando fue presidente de Victoria le apoyamos, además coincidimos en el ambiente artístico”.
A un costado de Sarita estaba Lupita Saavedra, porque el magisterio también llegó para acompañar a la maestra Chacha, estaban las normalistas, las amigas… los familiares.
Algunos no comprendían que con Ramón se iba también “El Filósofo”, lloraban por el amigo, por el dolor de la familia y en espacios más íntimos por el compañero de juegos, el chico del barrio que creció y nunca abandonó la sencillez.
Entre esos amigos de infancia estaba Gustavo Rafael Casas, el amigo que no dejaba sola a la familia desde el mediodía…
Sostenía a la maestra Chacha, daba palmadas de aliento al menor de la familia, mientras sus ojos se notaban enrojecidos conteniendo el llanto.
No había mucho espacio para dejar salir las lágrimas, pero hizo un alto para esparcir los recuerdos…
“Nos conocimos hace más de cincuenta años… ¿qué puedo decir?, tengo el recuerdo de un muchacho desde la infancia, la adolescencia, nos juntábamos un grupito desde chamacos, realmente nunca dejó de ser el amigo dicharachero, el amigo alegre, el buen tipo, el buen novio, el buen esposo, se ve el reflejo en sus hijos profesionistas y eso es bien padre.
Independientemente del punto político se pierde un padre, un esposo y para mí, mi amigo, un amigo”.
José Jaime García Martínez, también fue de los primeros en llegar, él vivía en el Santuario de Guadalupe con el padre David Martínez Reyna, cuando el Doctor Ramón era maestro en el ejido Manuel Ávila Camacho.
Hace muchos años fue su jefe y por amistad lo siguió siempre, admirando su don de gente.
Del Filósofo de Güémez, ese personaje que parecía imaginario, pocos saben el origen, pero con Ramón Durón Ruiz, tomó forma, se convirtió en la imagen que ahora se marchó con él.
A un costado estaban entre las ofrendas florales los nombres de Egidio Torre Cantú, Eugenio Hernández Flores, Jorge Ábrego Adame, Alejandro Higuera, entre otros.
El Doctor Egidio Torre, llegó para despedir al amigo en punto de las seis de la tarde con cuarenta minutos, fue el primero de los hombres con imagen pública que canceló su agenda para llegar apresurado a la cita.




