La primera edición de” El Filósofo de Güémez” fue prolongada por mí. Hice hincapié de que el autor recogía frases y dichos populares de un Filósofo que parecía existir o no existir.
Ramón Durón recolectó esas frases del llamado “Filósofo de Güémez”, personaje que para algunos existió en el municipio de Güémez, Tamaulipas, y que conjuntaba las ideas de una lógica del absurdo, expresado en lo bucólico, en lo contradictorio, en lo jocoso y repetitivo.
El éxito de Durón fue recuperar en libro esas falacias y expresiones campiranas que apreciaban una lógica encontrada, una manera de ver la vida.
Y fue él mismo, Durón, el que enterró ese cúmulo de frases al unirlas con otros cientos que no correspondían a los hechos e hilaridades de esos rumbos. Y que más tarde configuró en el registro de ese Filósofo de Güémez que él se atribuyó, restándole lo mágico al hecho y situación.
Diezmó simpatías pero sí alargó los mitos del Filósofo de Güémez, al apropiarse de su personalidad.
Sin embargo, queda como testimonio, que alentó la mirada a ese territorio tamaulipeco y la compilación con cientos de frases de otros lares y lectores del país.
Al grado que personajes notables atribuían todo pensamiento ilógico a “filosofía de Güémez”.
Lo positivo de Durón fue su entrega total en esa simbiosis de personaje que le permitió escalar fama en los medios con mucha habilidad.
Su plagio del “humor como salud” le costó la pérdida de muchos simpatizantes y dudas sobre sus productos literarios.
Pero su vida última de estudioso de la personalidad humana y su forma festiva de contar, le brindaron aplausos en toda la república, figurando en importantes medios de la radio, los periódicos y la televisión mexicana.
Fue un gran amigo de los amigos. Generoso, apreciado, querido por muchos, criticado por sus yerros, festejado en sus aciertos.
Atribuidos a todo hombre. Persona positiva, que dio lustre a nuestro estado, un político de espíritu de servicio.
Descanse en paz, Amigo, Ramón Durón Ruiz.




