Aunque en voz baja, muchos advertían que si los índices de votación aumentaban considerablemente respecto a las últimas elecciones, los resultados para el PRI podrían ser devastadores.
Cerca del mediodía el panorama empezó a tornarse gris para el Revolucionario Institucional.
Porque pasado el mediodía, cuando la estructura priísta -disciplinada como nunca- ya había terminado de votar, la afluencia en las casillas seguía siendo copiosa.
Ni la lluvia en Matamoros, ni las larguísimas filas bajo el sol en las casillas especiales de Victoria, lograron que la ciudadanía desistiera. El resultado está a la vista: 56% de participación, una cifra poco usual en el pasado reciente de Tamaulipas, solo por debajo de aquel 58% de votantes que participaron en la elección federal del 2012, cuando el PAN también arrasó en la entidad.
Viene ahora una intensa discusión en los espacios de análisis y opinión sobre cuáles fueron las causas para que la elección terminara como terminó. Detectives de la pluma ya erigen por toda la entidad la búsqueda de los traidores y los culpables.
Pero la razón que explica la derrota del PRI es mucho más sencilla: la ciudadanía tamaulipeca decidió que es el momento de cambiar al partido que nos gobierna.
Baltazar pagó el evidente desgaste tricolor, en parte porque su equipo no supo identificar la situación que vive Tamaulipas, que exigía una campaña distinta que le hablara directamente a una sociedad dolida por la inseguridad y la corrupción.
Ni duda cabe que los tamaulipecos pusieron en práctica el voto de castigo.
Cabeza de Vaca por su parte, quien empezó a construir su proyecto político rumbo a la gubernatura desde hace por lo menos cuatro años, entendió que si ya tenía en la bolsa los votos de miles de panistas, el triunfo estaba en la sociedad civil que hace tiempo dejó de interesarse en la democracia.
Con un discurso sencillo y directo, los convenció de que en esta ocasión valía la pena salir a votar.
Los tamaulipecos recibieron el mensaje y comprobaron que tienen el poder para incidir en la vida pública de la entidad. Ojalá que este sea el surgimiento de una sociedad civil más comprometida con su realidad.
La primer tarea para los más de 630 mil tamaulipecos que definieron la elección del domingo es dar seguimiento a los compromisos de campaña de quien será gobernador.
Exigir es quizás la más importante de las responsabilidades ciudadanas, sobre todo si queremos que la alternancia resulte benéfica para todos. Es hora de construir ciudadanía, un elemento indispensable para salir de la crisis que enfrenta la entidad desde hace ya tantos años.
Gana “Chuchín”, pero…
Los matamorenses votaron mayoritariamente por el PRI. Todo hace indicar que “Chuchín” de la Garza será el próximo alcalde, pero no tendría por qué echar las campanas al vuelo.
La diferencia sobre Verónica Salazar no sería la esperada, sobre todo si se considera que Acción Nacional prácticamente no hizo campaña para la presidencia municipal de Matamoros, en parte por los graves problemas internos que atraviesa ese partido en la localidad.
De la Garza llegará al Palacio de la Sexta con una votación dividida y un gobernador de otro partido.
Es ahora donde deberá notarse su habilidad técnica y política para evitar que la ciudad se convierta en una isla.
Sólo tres para el PRI
De los municipios grandes de Tamaulipas, solo tres quedaron en manos del tricolor: Matamoros, Victoria y Tampico. El resto se pintó de azul. ¿Recuerdan el pataleo de tantos santones priístas de toda la entidad cuando se nominó a Magdalena Peraza como la candidata para la alcaldía de Tampico?
Pues en medio de una elección desastrosa en la que el PRI lo perdió todo en la zona sur, fue la única que obtuvo la victoria. ¿Qué habría pasado si…? La verdad es que el arraigo popular de Peraza en el puerto ayudó a que la goleada fuera un poco menos dolorosa.
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