Alegría e incertidumbre son los sentires actuales de los ciudadanos tamaulipecos. Por un lado, hay 603 mil 086 ciudadanos que desconfían de la capacidad del Partido Acción Nacional (PAN) para administrar el poder político en Tamaulipas. Por el otro, existen 630 mil 513 habitantes sonrientes, porque fueron parte del movimiento que ya dejó huella en la historia estatal.
A la mayoría de los ciudadanos los tomó por sorpresa la victoria aplastante de Francisco García Cabeza de Vaca en la elección a gobernador de Tamaulipas. El aspirante de la coalición de los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Verde Ecologista de México (PVEM) y Nueva Alianza (Panal), Baltazar Hinojosa Ochoa, reconoció a regañadientas su derrota, por una diferencia de 177 mil 451 votos. No había de otra, ante una ventaja tan abismal.
El impacto creció al ver las claras tendencias en los ayuntamientos. Veintiséis candidatos panistas ganaron en las urnas; el triunfo se dio en localidades donde se suponía que la votación sería un mero requisito para ungir al priismo. Los habitantes de Altamira, Reynosa, Ciudad Madero, Nuevo Laredo, San Fernando y El Mante decidieron votar contra el PRI, y en casos como el maderense hasta contra su esencia petrolera, pese a su largo historial de apoyo al partido oficial.
Pero el puntapié fatal fue cuando corroboraron que no tendrían oportunidad de frenar al panismo en el poder. El electorado sólo otorgó 6 diputados al priismo y otros 4 por vía plurinominal. En cambio, 16 azules ganaron por medio del sufragio directo y, por ende, 5 diputados reforzarán el bloque que seguramente trabajará a placer del gobernador Cabeza de Vaca.
Empero, los resultados de los comicios del 5 de junio trascienden el plano político-electoral y calan en la estructura cultural del tamaulipeco. Por 86 años, el PRI elaboró, moldeó y perfeccionó el entramado mental de los representantes empresariales, de los medios de comunicación, de los académicos y de la sociedad civil organizada. A los más reacios los sometió o hizo a un lado con formas poco inteligentes.
Los dirigentes en turno imponían los límites: el estilo de gobierno, las listas de empresas ‘avaladas’, los periodistas consentidos por su lealtad, los investigadores que participan en los estudios gubernamentales, los líderes obreros, campesinos, de padres de familia que tenían voz en la opinión pública. Todo lo amasado en años y años, lo inmolaron los mismos priistas del 2009 a la fecha. Ninguno de ellos se dio cuenta o prefirieron seguir la corriente hasta hundirse, henchidos de orgullo.
A pesar de la paliza, aún hay aferrados al pasado y priistas que afirma la permanencia de los modos establecidos por sus líderes. Esta terquedad es compartida por jóvenes, adultos y ancianos. Es cierto que el PAN no es tan distinto al PRI. Sin embargo, Cabeza de Vaca arriba al poder con la urgencia de investigar hasta castigar a los corruptos. El crédito ciudadano del panismo es grande, tanto que tiene la posibilidad de elegir con cuáles actores de la vida pública dialogará. Considero que no se puede dar el lujo de replicar los modelos más rancios y anticuados.
Justo ahí, en ese quiebre, las tamaulipecas y los tamaulipecos debemos aprovechar la oportunidad para transformar la forma de participar en los asuntos públicos. De nada servirá tener un nuevo partido en el poder si los ciudadanos siguen dando sobornos; si los empresarios prefieren perpetuar los moches -algo en que el panismo tiene fama-; si los transportistas continúan circulando con chatarras y los funcionarios los toleran; si los periodistas prefieren las preguntas cómodas que reditúan en centavos; si los académicos optan por no opinar para mantener su plaza de profesores.
Han pasado 4 días de la paliza mortal que el PAN propinó al PRI. El cadáver sigue fresco y los deudos rezan con desconfianza, por no saber cuál de los compañeros de oración también acuchilló al difunto. Algunos ya pusieron un pie fuera de la capilla funeraria. En la acera de enfrente, el ganador celebra aunque tiene menos de tres meses para mostrar qué hará para sacar al estado de la crisis; para mantener contentos a los que hoy están alegres, dar certidumbre y concretar la ruptura tamaulipeca.
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