Aunque fueron diversos los factores, Germán Pacheco Díaz no ganó la alcaldía de Tampico, entre otras razones, porque pensó que le bastaría subirse al camión de Cabeza de Vaca para gobernar la ciudad, lamentablemente, no recibió el respaldo de todos los seguidores del ahora gobernador electo.
Los grupos de Chucho Nader, Gerardo Villaseñor Montes y María Elena Figueroa Smith, por ejemplo, sólo trabajaron por el nativo de Reynosa. Otros, casos concretos de los candidatos de las primeras regidurías, Teresa Sosa Garza y Antonio Heredia Niño, no participaron o por lo menos no con el entusiasmo ni la intensidad que exigían las circunstancias.
Los seguidores de María de Jesús Olivo, de plano le jugaron las contras.
Sin olvidar, por supuesto, la popularidad y arrastre de Magdalena Peraza Guerra y el voto cruzado que fue superior al de otras contiendas.
Aunque a la hora de conformar la planilla de candidatos a síndicos y regidores GPD incluyó en ella a representantes de las principales fracciones internas para evitar o reducir al mínimo los votos de castigo, muchos militantes y seguidores del partido político blanquiazul no apoyaron en las urnas el proyecto político del ex diputado federal.
Las causas, quizá la falta de carisma, que afuera del partido hubo miles de ciudadanos a los que no les cuadraba el ahora
ex candidato a la presidencia municipal. Algunos militantes panistas piensan que también habrían tenido mucho que ver en el descalabro las supuestas irregularidades de la jornada, por las que han impugnado el proceso electoral,
aunque, aparentemente, las pruebas presentadas ante las autoridades electorales no tienen el peso jurídico necesario para modificar y darle una voltereta al resultado.
Mientras se sabe cuál es el desenlace legal del asunto, llama la atención que se repetirá la historia de la elección municipal del 2010.
Como es del dominio público, Magda logró la alcaldía con las siglas del PAN, pero perdió las diputaciones de los panistas Miguel Pérez Álvarez y María Elena Figueroa Smith. El pasado 5 de junio, en cambio, llegó al gobierno tampiqueño con la camiseta del PRI, pero también dejó en el camino a los compañeros de fórmula para las curules, Francisco Bolado Laurents y Mónica Villarreal Anaya.
Como hace seis años, además, la profesora, entonces abanderada de Acción Nacional, administró los bienes y el destino político del municipio durante un gobierno estatal, el de Egidio Torre Cantú, de extracción priísta, ahora será al revés, como representante del Revolucionario Institucional, gobernará el puerto con un gobierno del Estado perteneciente al fundado por Manuel Gómez Morín.
Cabe señalar, por otra parte, que, como la experiencia demuestra, la victoria tiene mil padres y la derrota es huérfana.
Lo citamos porque, tras conocerse el triunfo logrado por Cabeza de Vaca, ahora resulta que hasta los militantes de medio pelo se levantan el cuello y se cuelgan la medalla como artífices de la alternancia, cuando la realidad ha puesto de relieve que, sin restarle méritos a los panistas, el que ganó la elección no fue el PAN sino el hartazgo social, como ocurrió en la sucesión presidencial del 2000, cuando el vaquero de San Cristóbal, Guanajuato, Vicente Fox Quesada, cuyo sexenio resultó un desastre, sacó por primera vez al ex invencible de Los Pinos.
Ojalá que el próximo mandatario estatal y sus allegados lo entiendan y no vayan a sentirse arrastra multitudes porque, más pronto que tarde, podrían pagar caro las consecuencias.
Lo que tampoco deben de perder de vista los operadores y estrategas del nuevo Jefe del Ejecutivo es que tendrán que responder a los tamaulipecos con hechos
y resultados tangibles, especialmente en materia de seguridad, combate a la corrupción e impunidad, si no quieren perder la confianza ciudadana, como le sucedió hace seis días al tricolor.
Mucho menos que gobernar implica un elevado costo en términos de confianza, cuando las promesas y compromisos contraídos a lo largo de las reuniones, recorridos y mítines proselitistas no se traducen pronto en beneficios para la población.
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