Si como dice Hegel, el Estado es la conciencia de un pueblo, los mexicanos tenemos una percepción muy jodida de nosotros mismos. Esa reunión de hombres, dotados de razón y enlazados por la virtud, según San Agustín, ha terminado por convertirse en una partidocracia ambiciosa y deshonesta. Algo hay de verdad en lo que decía Marx, pues el reino del bien común y sus beneficios, se restringe a los privilegios, y el blindaje de una burbuja oligárquica.
Ni siquiera el jurista Hans Kelsen, que conoció de los horrores del nazismo, y que define al Estado, como el ámbito donde se aplica el derecho, podría mirar cara a cara en estos días a los mexicanos. Mucho menos el gran Max Weber y su teoría de la coacción legítima. Porque el Estado dominado por los poderes fácticos de estos tiempos, ya no es el único usufructuario de la fuerza bruta y ha terminado por ceder, (por sobornos o por incapacidad), el monopolio de la violencia.
El stato o status es un hijo conceptual de Maquiavelo. Primitivamente, el instinto de dominación, evolucionó en autoridad, y nació el Estado para regularla. En el caso mexicano, creo que hemos retrocedido a los tiempos del feudalismo, con un poder central débil y jefes locales fuertes. La explicación de la fragilidad de los actuales jefes de Estado a nivel global, es el modelo económico.
El sistema financiero y bursátil derrumba dictaduras, tumba ministros, y en suma provoca el envejecimiento prematuro de cualquier política pública, atada a los designios del Fondo Monetario Internacional.
Traducidas a nuestra realidad, las atrocidades del actual modelo neoliberal, se pueden ver a diario, en las calles de un país como el nuestro: ha aumentado la mendicidad, el marginamiento y el desempleo. Los programas asistencialistas resultan insuficientes y el discurso del gobierno, ha terminado por volverse una perorata, ajena a la realidad social.
Lo anterior ha traído las siguientes consecuencias:
1).- Los partidos políticos, sufren un serio y rápido desgaste ante la percepción de los ciudadanos. El agotamiento de la oferta política y la urgencia de nuevas medidas para
recobrar la confianza de la gente, son algunas de las preocupaciones que actualmente desvelan a los expertos de la mercadotecnia electoral.
2.- Los ciudadanos siempre están buscando algo nuevo. Pero tan pronto lo encuentran, se desilusionan y prosiguen en su eterno retorno de las decepciones recurrentes.
En suma, apostarle al desastre se ha vuelto una moda que permea a las sociedades y a los partidos opositores. La crisis del actual modelo económico, no respeta colores, honorabilidad, ni mucho menos experiencia política.
Lo peor de todo es que, lo inoperable del sistema económico, ha evidenciado de una manera terrible, los errores de las altas burocracias políticas. En México, cada sexenio que termina, registra saldos muy elevados de descontento social.
Una buena parte de lo que está ocurriendo, se ubica en la caducidad de las maneras en que se maneja la economía y se hace política. Asistimos a la urgente tarea de refundar el Estado. El actual, al menos en nuestro país, huele a podrido.
EL PRI, UNA OLLA DE AMBICIONES PERSONALES
Ante la ausencia de una verdadera autocrítica, y honestidad intelectual por parte de los ex candidatos priístas y de sus operadores, el tema del PRI ha perdido el nivel, convirtiéndose en una suma de chismes intrascendentes, más cercanos a la parodia, que a la seriedad y dignidad militante que debería caracterizarlo.
En el tricolor, ya a nadie se trata con respeto. De ahí que el anuncio de giras, análisis y evaluaciones, suene tan hueco y banal, como un programa de Laura Bozzo y su grito chillón: ¡Que pase el desgraciado!. Recientemente, estuvo por aquí Baltazar Hinojosa. Dicen que sus gentes convocaron a una rueda de prensa. A mí no me invitaron. Pero no es necesario haber asistido, para darnos cuenta que toda esta gente, que un día traía las mismas camisas y logotipos hoy se encuentran convertidos en una olla de cangrejos, dispuestos a derribar, a quien lleve la delantera.
Todo este teatro, tiene como fondo, la disputa por el control del PRI estatal y posteriormente de las delegaciones federales. Es la carnita que les queda después del fracaso. ¿Y saben por qué? Pues simple y llanamente porque, quien controle el presupuesto federal en Tamaulipas, a partir del 2017, será quien juegue un papel relevante, de cara al 2018. En el caso tamaulipeco, se trata de las senadurías.
Es triste ver como el pueblo sigue al margen del botín político. Esos 500 mil votos ciudadanos que sufragaron a favor del PRI, al parecer, no cuentan para nada. No hay un respeto por las personas. Todo se reduce al frío cálculo de ver quien tiene más saliva y come más pinole. ¡Qué lamentable!




