CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Cuando don Ángel Fernández narró el gol de Mario Kempes a pase de Daniel Bertoni sobre Holanda en la final del Mundial de Argentina ’78, el título de “Juego del Hombre” era habitual para hablar del fútbol; si el gran locutor viviera en este 2016, seguramente ya habría descontinuado ese sobrenombre para este deporte.
A Rocío Navarro Aguirre, el destino la condicionó a patear la bola.
Cuando nació, en 1993, aquel caluroso 27 de julio, sus padres se tuvieron que ir rápido de González, donde radicaban, a El Mante, donde la hermana menor de Rafael e hija de Guadalupe y Violeta, habría de llegar a éste mundo.
Al cumplir el primer año de vida de Rocío, la familia Navarro Aguirre tuvo que cambiar su residencia a Victoria, fue ahí donde la famosa “Pulga” conoció el fútbol.
“Llegamos a vivir a una vecindad donde había puros niños (varones), entonces no tenía con quien jugar… no me quedó más opción que jugar fútbol”, abre su relato.
Así es como inicia el mayor romance que la victorense de 22 años de edad le ha dado no sólo una pasión y emociones, sino que la ha llevado a darle satisfacciones a su familia, un futuro profesional promisorio y un sueño posible: jugar con la Selección Mexicana.
DEL JUEGO AL BULLYNG
A los seis años de edad, en la primaria Club de Leones, la menudita figura de Rocío esperaba el recreo para salir a jugar la reta, aunque fuera con un bote pero su entretenimiento estaba bien definido, era jugar fútbol sin entender la percepción que en otro ambiente fuera de la vecindad donde vivía se tenía sobre una niña practicando este juego.
“Al principio se sacaban de onda porque las niñas me decían cosas y las mamás también le hacían comentarios a mi mamá de mi gusto por el fútbol… yo jugaba con mi hermano que él la hacía de portero, mi papá nunca jugó fútbol entonces pues se hacía un tanto extraño que yo siendo niña tuviera ese gusto por jugarlo”, pero ni eso la detuvo, Rocío siempre prefirió los tachones que las zapatillas de ballet.
“Siendo niña nunca entendí por qué sería malo jugar al fútbol, no tenía ninguna malicia, claro que había gente que me hacía comentarios que ese deporte era para niños, que mejor fuera a clases de baile… pero no, yo no cambié mi gusto y mis papás, los papás de mis amigas vieron que era buena para jugarlo y empezaron a cambiar su opinión y a apoyarme”.
Cuando las virtudes de “La Pulga” para jugar al fútbol destacaban, su maestro de educación física optó por ponerla a jugar a la par de los niños, pero la aceptación porque las niñas también practicaran el deporte de las patadas fue bien recibido por el resto, a tal grado que se generó un cambio en la Club de Loenes.
“No existía un equipo femenil, en la clase de educación física me metía a jugar con los niños, pero poco a poco las niñas se empezaron a acercar hasta que se integró un equipo femenil, entrenábamos con niños pero como equipo nos metimos a jugar a una liga escolar en ‘La Borjita’” recuerda Rocío.
VA EN SERIO
La capacidad que Rocío empezó a mostrar con el equipo de la Club de Leones llamó la atención en la liga escolar y fue convocada para formar parte de la Selección Victoria, experiencia que a su corta edad empezó a definir el rumbo que tomaría su vida, pues del juego que inició pateando la bola con los chavos de su barrio, se empezó a tornar en una responsabilidad importante.
“Me invitan a la Selección Victoria y me acuerdo que al principio íbamos a jugar torneos a Jaumave o en algún otro municipio para avanzar a los estatales, aquí en Victoria yo entrenaba con niños, no había propiamente clubes femeniles y para poder cumplir con la selección pues mi preparación tenía que ser mayor, es ahí donde me integro a la escuela de Mario Coronado para hacerlo de manera más adecuada” enfatiza.
Su primer recuerdo con la Selección Victoria no es del todo agradable cuando de hablar de resultados se trata: “La verdad es que perdíamos casi todos, me acuerdo de esos torneos en Jaumave, en Matamoros, en Laredo… pero pese a ello nació la invitación con la Selección Tamaulipas”.
Cuando la responsabilidad de formar parte del representativo tamaulipeco le llega, los hábitos de la pequeña futbolista empiezan a cambiar.
“Fue una etapa dura, de mucho aprendizaje y disciplina, tenía que irme todos los fines de semana a Tampico para entrenar, ya estaba yo casi pasando a secundaria y tenía que estar allá con el equipo pues la base era de allá… había que meterle más esfuerzo” sostiene.
Pero ese esfuerzo valió la pena, según cuenta.
“Con la selección me tocó ir a Olimpiada Nacional, fuimos a Cancún, a Los Mochis, donde fuimos campeonas, a Pachuca donde también fuimos campeonas, otro aquí en Victoria” ya el fútbol rendía frutos, el recordarlo le provoca sonrisas.
MÁS RESPETO
A la edad de 12 años, la niña entró a la adolescencia, naturalmente, con ello lo que suponía el difícil trance que marca el paso de la primaria a la secundaria… pero para ella fue como ganar por goleada.
El respeto que se había ganado al aferrarse a su gusto por el fútbol, mismo que la llevó a representar a Victoria y a Tamaulipas en otras latitudes, a corto plazo rendían frutos, a tal grado que desde el primer día marcó diferencia en la Secundaria General Número 4 ‘José Santos Valdés Salazar’.
“En la secundaria fue algo muy padre, ya sabían que jugaba fútbol y siempre el trato fue muy bueno tanto de niños como de niñas, la ventaja es que ya había un equipo de fútbol femenil y desde primer año hasta tercero fui la capitana”, dice con orgullo y sonrisa de oreja a oreja.
En su memoria atesora el inolvidable momento en que la Secundaria 4, que ni siquiera figuraba dentro de los candidatos a librar el primer corte, logró llegar a la final donde se coronó a la entonces poderosa Secundaria 8 para coronarse campeonas de la Copa Coca Cola.
El orgullo de representar a Tamaulipas, la responsabilidad de cumplir con los entrenamientos, combinarlo con sus estudios y defender en el terreno de juego la camiseta de la Secundaria 4, le dio a “La Pulga” el mayor premio que a esa edad y con los sueños de crecer profesionalmente alguien puede recibir: el Colegio La Salle la beca para estudiar la prepa.
“Los entrenadores me venían siguiendo desde que jugaba en segundo año de secundaria, me invitan con beca para estudiar la prepa y para mí esa fue una gran satisfacción… mi papá me aconsejó que usara el fútbol como un trampolín y creo que ese fue un gran ejemplo” reseña.
CRECE EL COMPROMISO
La ilusión de ir a la prepa, el compromiso de mantener su beca en base a su desempeño académico y deportivo, aunado con acudir por primera vez a una escuela privada en otro círculo social, despertaba en Rocío toda clase de pensamientos y sentimientos, pero el temple guerrero que mostraba en el terreno de juego, bien lo sabía aplicar en las pruebas de la vida.
“El cambio fue difícil… ninguno de mis amigos de la secundaria iban a esa prepa, yo me quería ir a estudiar al CBTis, pero reflexionando pues acepté ir a La Salle, claro que no sabía como me iban a recibir, me generaba muchas dudas saber si me iba a encontrar con el bullyng que viví de niña, eran muchas cosas” se confiesa.
Pero otra vez fue su calidad como persona, los valores inculcados en el hogar y el derroche de talento en la cancha los que la llevaron a salir avante en esta prueba.
“La realidad fue otra a la que yo pensaba, sucedió algo que no me esperaba, el primer entrenamiento que tuve ahí en La Salle mis compañeras quedaron sorprendidas porque pues yo llevaba una formación futbolística diferente, desde ese primer día recibí la distinción de ser capitana y así fue hasta mi último día en la prepa”, sonríe con ese brillo en la mirada que la distingue.
Aunque como resumen suene accesible, Rocío asegura que no fue fácil, “tenía que cumplir en todo, estaba en mi última etapa con la Selección Tamaulipas, no podía dejar la escuela por jugar fútbol, ni podía dejar el fútbol por ninguna otra cosa”.
A la par en Victoria surgió un proyecto ambicioso que buscaba hacer crecer el fútbol femenil de nuestra ciudad, esa era la Liga de Fútbol Nuevo Santander Femenil, donde Rocío, bajo el apodo de “La Pulga” empieza a ganar planas completas en la prensa local gracias a su capacidad goleadora.
Las anotaciones venían por racimos, dirigida por Marco Antonio “El Bebé” Zavala, según recuerda, domingo a domingo en la liga que presidía Ricardo Rosales.
SE PELEAN POR ELLA
La Salle no quería desprenderse de su figura futbolística y desde que estudiaba en la Prepa, la ULSA solicitaba a Rocío como refuerzo para torneos estatales, regionales y nacionales, lo que le sirvió para proyectar esa calidad que siempre le distinguió.
“Antes de salir de la Prepa hubo un nacional aquí en Victoria, jugué con la Universidad La Salle que me ofreció una beca para estudiar aquí mismo mi carrera, pero gracias a Dios al mismo tiempo surge la oportunidad de Monterrey, pues la Universidad Autónoma de Nuevo León, la UDEM y el Tec, también me daban la opción de continuar ahí mis estudios”, cuenta con orgullo.
“La Pulga” fue a las pruebas deportivas a cada una de las instituciones donde no tuvo mayor complicación para superarla, ahora había que estudiar a detalle los ofrecimientos de las tres instituciones de educación superior que tenían para ella y decidirse por una, eso sí, su destino ya estaba en Monterrey.
“En la UDEM me dieron el 80 por ciento de beca, pero aparte me ofrecieron la residencia que está dentro de la Universidad y ese fue el plus que tuvo para decidirme por ella, aparte del reconocimiento que tiene y ser una institución humanística, por eso decidí ser de Troyanos” sintetiza.
Ya en la Universidad de Monterrey es Roberto Medina quien tiene a su cargo a la victorense, al igual que Jesús García además de Irochi Garza Wong, quienes pulieron con arduas sesiones de entrenamiento físico, técnico y táctico las cualidades de Rocío, quien adaptó su vida extrañando la comida caliente en casa, el ser despertada por las mañanas por su madre, Violeta, y los consejos de su padre, Guadalupe, eran ya sólo a través de la línea telefónica.
“La vida en Monterrey fue fútbol y escuela, entrenábamos de siete a nueve de la mañana, después clases a las once de la mañana, en la tarde otra sesión de gimnasio u otro aspecto físico y constantes torneos, casi siempre de una semana fuera de Monterrey lo cual significó una parte difícil porque pues te atrasabas en clases y había que llegar y ponerme al corriente con el doble de esfuerzo”, dice quien portó siempre el número 10 con el equipo de la Universidad de Monterrey.
Hoy el esfuerzo valió la pena, el mes pasado, “La Pulga”, puede ser llamada Licenciada Rocío Navarro Aguirre, titulada con honores en la carrera de Nutrición por la UDEM.
TRISTEZA Y ESPERANZA
Como todo futbolista, para Rocío el sueño de alcanzar lo más alto es por supuesto teniendo la oportunidad de defender la camiseta de la Selección Mexicana, sueño que Saúl Reséndiz, técnico de la Selección Tamaulipas fue el principal obstáculo con el que se topó la victorense.
“Siempre tuve ese sueño pero se me agüitó porque fui a un torneo nacional con Tamaulipas y todas sabíamos que al último partido iban a ir visores de la Selección, entonces yo había hecho las cosas bien, había anotado goles, fui titular todo el torneo pero cuando llegó ese famoso partido el entrenador decidió no alinearme… no estaba lesionada, no había fallado en nada, pero fue su decisión”, dice aún con un dejo de tristeza.
“Me puse muy triste, afortunadamente hubo dos compañeras que sí tuvieron la oportunidad de ir a la Selección a raíz de esa visoría, Cristina Ferral y Paulina Bueno que tienen ya una carrera importante con El Tri… yo lamentablemente no”, sostiene con un nudo en la garganta.
¿Mantienes viva esa ilusión?, se le pregunta directamente, “Sinceramente sí, en el fondo si tengo la ilusión de representar a México, ese sueño nunca muere”.
¿Y qué te falta por hacer?, “La selección se maneja con un representante, una palanquilla que te ayude… debe ser lo que me falta”, puntualiza.
“No es algo que me espante, eso pasa en el fútbol profesional y lo vemos en la selección varonil, no están los mejores, en la femenil conozco muchas jugadoras que son mejores que las que están ahí y los resultados son los que hablan, México no trasciende”, asegura firme.
“Tengo la esperanza que ahora que se fue Leonardo Cuéllar las cosas realmente cambien, que se descentralice la Selección, que haya más oportunidades para las chavas porque talento hay mucho”.
EL FÚTBOL NO SE ACABA
Toda una vida a espaldas jugando al fútbol, con más tachones que zapatillas de tacón en el closet, a Rocío el fútbol le sigue abriendo puertas; hoy la Universidad del Valle de México en Zapopan le otorgó una beca para estudiar su maestría en Nutrición Deportiva misma que aceptó y será Guadalajara su hogar a partir de agosto donde se siga formando como íntegra profesionista, talentosa futbolista y excepcional persona.
“Allá hay más oportunidad, quizás más la oportunidad de ser convocada a la Selección Mexicana… con esa ilusión voy”.