A todo buen administrador le queda claro:
Para resolver los problemas de una empresa no basta con mirar y actuar hacia adentro de ella. Es indispensable también identificar los factores externos que complican y entorpecen la marcha de la misma.
En ese sentido, no hay diferencia entre una empresa privada y una pública. Y un gobierno, sea cual sea su ámbito, se ubica entre las segundas. Como se le vea, es una empresa.
Viene al caso lo anterior por lo que el gobierno federal ha puesto en marcha para tratar de reducir la terrible percepción negativa de México entre inversionistas y sociedad en general de Estados Unidos, en donde la visión de nuestra tierra –lo señala la propia Secretaría de Relaciones Exteriores– es de “un país insalubre, ajeno, lejano, atrasado, pobre, corrupto, inseguro y relacionado con el narcotráfico”. Sólo falta, diría la voz popular, que nos orine un perro.
La reacción de la Cancillería ha sido revalorar a sus cónsules en la vecina nación y dar preferencia a promotores de imagen y constructores de redes aliadas, sobre los anquilosados modelos diplomáticos que poco o nada hacen para revertir esa óptica. Ya está en marcha esa estrategia y hasta ahora ha provocado 29 cambios en 50 consulados, donde ahora la prioridad de sus titulares es, dice la SRE, “contar la otra historia de México”.
¿Tiene esto algo que ver con Tamaulipas?
La respuesta es tan lacónica como lapidaria: Todo.
Nuestra patria chica, por su geografía y extraordinarios atractivos económicos, es una de las principales ventanas que ofrece México a los estadounidenses para ver al interior de nuestro país. Es una ventana, si me permite la simbología, que debe tener los vidrios transparentes para dejar ver a quien se acerque los muchos espacios dignos y limpios que tiene el Estado y sobre todo, debe tener a alguien que invite a asomarse a ella; alguien que cuente “la otra historia de Tamaulipas”.
Hasta ahora, ni los cristales están bien aseados ni existe o por lo menos no se ve, un cabildero adecuado en suelo norteamericano para promover a la Entidad.
Este, es uno de los retos medulares que debe enfrentar el gobernador electo Francisco García Cabeza de Vaca, porque la relación con el capital y el turismo estadounidense es tan importante para nuestro Estado como lo es para el país.
Si es importante para otras latitudes, para nosotros va más allá: Es vital.
No es mi intención pontificar sobre el tema ni mucho menos atreverme a dar sugerencias, pero en lo personal me queda claro que Tamaulipas requiere de expertos en esas lides, con las relaciones adecuadas y necesarias con los círculos empresariales, académicos, políticos y sociales de Estados Unidos, para “venderles” el otro escenario tamaulipeco. El que incluye la productividad estatal agropecuaria e industrial, su competitividad de primer mundo, su alta calidad de mano de obra, su infraestructura y la gama de oportunidades que ofrece para recibir capitales de cualquier parte del orbe.
Pero ojalá que siguiendo el ejemplo de la Cancillería, en nuestro Estado se reemplace a quienes ya no perciben estos nuevos escenarios y no entienden que Tamaulipas necesita de una cirugía mayor en sus relaciones binacionales.
Son tiempos de hacer a un lado a figuras desfasadas como James –Jimmy– Taylor, quien sexenio tras sexenio ha vivido en forma espléndida a costillas de nuestro Estado, montado en un trabajo cuyos resultados han sido los mismos que si no se hubiera hecho nada. Desde la administración de Manuel Cavazos, pasando por la de Tomás Yarrington, Eugenio Hernández y la actual, han sido tan escasos –o poco difundidos si le concedo el beneficio de la duda– los éxitos cabilderos de este personaje que nadie los conoce.
Son tiempos de cambios, dicen. Es un buen deseo que los vientos que lleven a ellos, también soplen más allá de nuestra frontera…
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