23 diciembre, 2025

23 diciembre, 2025

El viacrucis de visitar a un interno

Con bolsas de "mandado" en mano, realizan recorridos de hasta dos horas para estar puntualmente a las siete de la mañana en los accesos del Penal de Victoria e intentar llevar a su familiar un poco del calor del hogar

CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Al menos 60 personas entre madres, esposas y novias, esperan horas a las afueras del Centro de Rehabilitación Social de Victoria, con cargas económicas, laborales y de tiempo que no representan nada con tal de llevar un poco de consuelo a sus familiares detenidos.

Cerca de las siete de la mañana de los martes, jueves y domingos, mujeres y hombres cargados de bolsas con despensa se reúnen en la primer puerta del Penal de Victoria, a donde acuden con esfuerzos y sacrificios.

«Ahora yo le traje unas tortillas y unos refrescos a mi hijo, por que ahí adentro está bien caro, pues no sale a él para pagarlo», comenta doña Mary una trabajadora doméstica, quien tiene recluido a su hijo desde hace dos años, quien procura visitarlo al menos una vez por semana.

Para doña Mary el cargar con bolsas de unos 4 kilogramos en sus manos durante las dos horas de trayecto desde su casa hasta la calzada Tamatán no representan nada, por que “una madre no debe de dejar solo a su hijo, así este dentro o fuera de una cárcel”.

«Pues mire, mi hijo ya cometió el error de estar aquí, ya lo que le queda a uno como madre es buscar su bienestar, ayudarlo con lo que se pueda, por que un refresquito o unas tortillas nunca van a estar de más», agrega la mujer de 57 años.

Entre los familiares se encuentra doña Laura Reyes, quien cada dos semanas toma el camión desde el poblado de El Carmen para venir a ver a su hija, un camino que a sus 84 años es cada vez más pesado, por el peso de la ayuda, el peso de los años y el peso económico.

«Desde la mañana que me vine de allá del Carmen, siempre le traigo algo a mi hija, papel de baño, jabón y cosas de higiene para que no la pase tan mal ahí adentro», agrega Laura recargada en la barda de la tienda de muebles a las afueras del Centro Penitenciario.

Cerca de las 10:00 de la mañana la lluvia se vuelve más intensa, el escurrimiento de agua empieza a crecer en la entrada del hogar de los reclusos, pero esto no es impedimento para que personas cargadas de víveres lleguen a la visita del día martes.

Entre estas historias Martha Guadalupe espera su turno, tiempo que aprovecha para platicar sobre las carencias que se viven en su casa, por la detención de su hija de 25 años de edad, quien lleva cuatro meses internada mientras se desarrolla su proceso legal.

«La verdad si se batalla mucho, por que mi nieta ya va a entrar a la escuela y no se ha comprado nada de la escuela, ahorita le traigo la lista de útiles a mi hija para ver que me dice para hacer», comenta la señora Martha, mientras espera bajo la lluvia su turno para ingresar.

Parte de los sacrificios para Martha Guadalupe es no trabajar los martes y jueves, días donde no percibe dinero como empleada doméstica, pero que sí gasta en la despensa y transporte para llevarle algo a su hija.

A las 11:00 de la mañana las familias empiezan a salir, ahora con la tranquilidad de saber que sus internos están bien, comerán, se bañarán bien por unos días, sin embargo, en dos días más la historia de sacrificios y cansancio empezará a repetirse una vez más.

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