De aparente trivialidad, es una decisión de alto impacto. Tan importante como la vida misma.
Me refiero a la aprobación que formalizó ayer el Congreso Local, a través de una ley específica, sobre la obligatoriedad gubernamental de diseñar y construir ciclopistas en el sistema vial del Estado.
Por razones económicas y ambientales, el uso de la bicicleta ha sido impulsado en todo el mundo. No tenía por que ser Tamaulipas una excepción y aunque en otros aspectos los diputados han mostrado impericia legislativa y hasta negligencia, en esta ocasión merecen un reconocimiento. Por fin, un aplauso.
Para valorar la trascendencia de esta acción, basta echar un vistazo a los sucesos cercanos registrados en la Ciudad de México sobre percances viales en donde ciclistas han resultado lesionados y hasta muertos, aún con la operación de espacios exclusivos para ellos. Imagínese el peligro letal que corren estas personas
sin áreas protegidas para circular.
Es el caso, lamentablemente, de Tamaulipas, en donde casi ningún ayuntamiento ha medido las consecuencias de no atender esos riesgos, con saldos dramáticos de trabajadores, deportistas y menores que han sufrido accidentes, muchos de ellos graves, por la falta no sólo de acotamientos para moverse sino también por la incultura urbana tanto de automovilistas como de los propios ciclistas.
Hasta ahora, los únicos casos que podrían tomarse –por lo menos son los que su servidor conoce– como intentos serios para proteger a los conductores de ambos tipos de vehículos se han dado en Victoria.
El primero de ellos fue en la década de los noventa en la administración que encabezó Pascual Ruiz García, quien a falta de ciclovías intentó regular el transporte ciclista con el uso de vías alternas de bajo tráfico. Por falta de planeación y consenso le fue como al negro dela feria, porque su proyecto fue tomado como discriminatorio y atentatorio contra clases sociales económicamente débiles.
El segundo fue en el Eje Vial, con resultados desastrosos porque el espacio destinado al ciclista, en lugar de cuidarlo lo expone más por la colocación de ornamentos que hicieron de esa ruta una larga hilera de obstáculos de alto riesgo y terminaron por inhabilitarlo para ese objetivo.
Ojalá que tanto el Gobierno del Estado como las Presidencias Municipales tomen esta disposición con la seriedad que merece –están en juego la integridad física y vidas de cientos de miles de personas– y apliquen a corto plazo este diseño en sus vialidades principales.
Vale le pena que lo hagan esas autoridades. No respetar este ordenamiento lleva implícito el peligro latente de accidentes y tragedias en los que hoy o mañana las víctimas podría ser uno de sus seres queridos. Y lamentarlo entonces, sería demasiado tarde…
TELEVISA
Es un cambio que a pocos importa pero que muestra lo efímero que es el poder. En este caso en el terreno de los medios de comunicación.
Televisa es un ejemplo cercano. En apariencia conservó a sus dos íconos noticiosos, Joaquín López Dóriga y a Carlos Loret de Mola, pero en la realidad los enterró.
En las emisiones que por separado conducen los dos, fueron relegados a un participante más de la mesa. Los papeles protagónicos que los hicieron temibles se esfumaron y en algunos casos hasta sus invitados “les roban” cámara.
Sus respectivas cuñas, Denise Maerker y Paola Rojas, alejadas del nivel de “divos” de López y Loret, no parece que harán huesos viejos en esa tarea. Son tediosas y provocan el clásico botonazo en el control.
Se repite una historia: la de los héroes que los dioses construyen…y destruyen.
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