Tiempo atrás los trabajos por la cultura eran actos heroicos por los improvisados promotores llevados por el afán de servir y el placer de la cultura en todas sus manifestaciones. Viene a colación una frase memorable de don Alfonso Reyes que decía; “hemos llegado 100 años tarde al banquete de la cultura…”. Y no han sido cien años, han pasado 38 años desde los primeros intentos sobre labores culturales e institucionales.
El camino ha sido sinuoso, no han estado allí los verdaderos representantes de la creación, la imaginación y la administración cultural. Ha sido el dedo de los predilectos que nos han señalado a los valores de integración cultural de la inteligencia. Son los favores, los regalos predispuestos a la usura. Se integran patronatos con fuerzas como decía Renato Leduc; “demasiado vivas…”, que usufructúan los bienes de la cultura donde los destinos del dinero no son transparentes y menos saber la cuantificación de los mismos.
En realidad la promoción cultural ha estado en manos del vedetismo, el maniqueo, las vanidades seudoculturales. El maestro Sergio Cárdenas Tamez intentó darle el matiz de cultura como transformadora de los bienes sociales de la creación y la inteligencia. Hacer presencia nacional e internacional. Sus objetivos no fueron posibles, fue cercenado por esas fuerzas vivas que ni pichan, ni cachan, ni dejan batear.
Es decir, no hacen un ensayo, no tienen una propuesta, no articulan una idea, un pensamiento propio. Este artículo lo he titulado; “cuando la cultura no tenía dinero…” Expresa que en aquel entonces a muy pocos de los “iniciativos” les preocupaba. Cuando llegaron los apoyos federales y estatales, la élite social, que no intelectual, asomó la cabeza para buscar los mandos. Salieron de las cocinas integrales, de las tortillas de harina y la colación del atardecer para asumir los puestos ideales de la cultura.
Se integraron patronatos con los mismos rostros de la culinaria y la heráldica tradicional. Brotaron los cultos, surgieron los amantes de la poesía y la reflexión por puños. Octavio Paz se convirtió en el gurú más aproximado a su deleite estético. La cultura en manos de amas de casa en rebelión. Los patronatos se integraron con un grupo de mandiles y rodillo de tortillas de harina. La improvisación sobre la improvisación que deslumbraba a los ciegos y sordos.
Los patronatos en la fiesta grande. La iniciativa privada descubrió de repente las maravillas de la cultura. Al final, en el resumen representaban la cultura encubierta para los bolsillos. Los néctares preciosos del gran pastel. Y los artistas; bueno, con un poco de pan y agua contentos. Y los poetas, con una edición de 500 ejemplares para la inmortalidad. Administrar la cultura sin duda es una industria, un desarrollo total para los paganos que suenan su violín con Paganini, la fiesta de la primavera de Vivaldi, porque son muy vivos.




