Nacionalismo autoritario. A realizar ejercicios sobre el impacto en la política interna de los países en el «nuevo mundo trumpiano», incita el artículo de ayer del columnista principal de asuntos internacionales del Financial Times, Gideon Rachman, con el título Marine Le Pen looms over a Trumpian world. A propósito de las posibilidades de esta candidata populista ultranacionalista —y furiosa anti inmigrante— en las elecciones de mayo próximo en Francia, el analista recuerda que hace un año vislumbró en ese mismo diario londinense una “visión de pesadilla para 2017” bajo las presidencias de Trump, Le Pen y Putin.
Tras la victoria del magnate estadounidense, la siguiente pregunta, escribe ahora Rachman, es si, en efecto, la ultraderechista francesa llegará al Palacio del Eliseo, con el probable colapso final de la Unión Europea y del Euro, y el florecimiento del nacionalismo autoritario en Europa: de Moscú a Varsovia a Budapest y a París. Pregunta ciertamente difícil por los efectos predecibles —dentro y fuera de Estados Unidos— tanto de materializar los anuncios trumpianos como de incumplirlos.
Como ocurrió en el proceso electoral estadounidense, los observadores del proceso francés se dividen entre quienes ridiculizan, supuestamente por inviable, un triunfo extremista, y quienes lo consideran inevitable. Pero en Francia, en una elección que se decidirá entre la ultraderecha y la derecha a secas, el más aventajado de esta última, François Fillon, coincide con Trump en el propósito de aliarse a Rusia y Siria, además de que comparte con quien le compite en su coalición, Alain Juppé, un estilo a la Hillary Clinton que, sostiene Rachman, los convierte a los dos en oponentes ideales para el discurso populista
antiestablishment de la candidata ultraderechista.
“Permiso para votar” antisistema. En el «nuevo mundo trumpiano» tampoco es garantía la memoria amarga del gobierno de Vichy entregado a los ocupantes nazis, memoria histórica que mantenía inoculado al votante francés mayoritario contra una opción ultraderechista como la de Le Pen. Y es que hoy, sostiene Rachman, las condiciones favorables al «nacionalismo autoritario», a partir de reales o supuestos adversarios o peligros externos —las condiciones que concurrieron a la construcción de la presidencia de Trump— son aún más fuertes o más tangibles en la Francia sometida a salvajes ataques terroristas del extremismo islámico.
Además, y ya con mayores conexiones para el resto del mundo, según este análisis, para el votante que se contenía de sufragar contra las alianzas comerciales ante el peligro de ver convertido a su país en paria, aislado del mundo, el discurso triunfante antitratados regionales de Trump les daría a los franceses en 2017 el “permiso para votar” contra Europa. En este sentido, la victoria del discurso antisistema del nuevo presidente de Estados Unidos podría estarse leyendo en otras partes como virtual “permiso” para pronunciarse electoralmente, sin riesgos para los países, por revertir reformas internas y compromisos internacionales.
Hacia 2018. Con independencia de que en la medida en que se acerca su toma de posesión, el presidente electo Trump ha empezado a enfriar algunos de los rasgos más rupturistas de su discurso de campaña, lo cierto es que la política mexicana ya aparece inmersa en el «nuevo mundo trumpiano». Según la encuesta de El Financiero de ayer, el 24% considera a López Obrador como el presidenciable más apto para tratar con el nuevo presidente estadounidense.
Se publicó el mismo día en que la edición de aquí de El País le dio plana completa a su programa: “de fuerte contenido estatalista”, enmarca ese periódico, o inscrito en el “nacionalismo autoritario”, de acuerdo a la nueva jerga de la prensa internacional, en referencia al auge del movimiento antireformista /antiglobalizador que encabezó el Brexit en el Reino Unido, siguió con Trump en Estados Unidos y espera el resultado de su paso por Francia en 2017 y por México en 2018.