Hace algunos días a temprana hora, amparado por las tinieblas mañaneras, mientras mi mujer encendía el boiler, se descolgó de improviso un colorido pato canadiense, que furioso se fue aleteando con violencia sobre la testa de mi compañera, que dentro de la sorpresa se defendía del ataque de la pesada ave.
Parecía una escena increíble que el pato o los patos que gustaban aterrizar por las noches en las frondas de limos mangos a su paso.
A zonas cálidas de Mexico, esa mañana de neblina asolara a lo bajo del área de lavado de la casa asustado a mi «moglie”.
Episodio curioso, porque esta clase de aves son tranquilas y sobre todo una delicia en la mesa, me hubiera gustado haber lidiado con esa famosa ave
canadiense que emulando al Vampiro Canadiense.
Se batió en las 4 cuerdas con mi mujer. Sin duda hubiese sido una batalla feroz y feliz porque la bella ave estaría ahora en preparación para la Cena de Navidad. Sorprende la historia porque si bien los patos se hacen patos en el crucero de Tamaulipas a zonas templadas y ahora, una presa peculiar por su belleza y delicia, se descolgó celosamente a la espalda de mi esposa entre aleteos y murmullos.




