Actualmente la Secretaría de Comunicaciones y Transportes tiene olvidadas las carreteras que convergen con la capital de Tamaulipas, Ciudad Victoria, pues fácilmente se observa que el zacate ha crecido bastante hacia las orillas de las mismas y esto afecta en cierto grado la visibilidad de los automovilistas, pero también dificulta el poder estacionarse en caso de un percance automovilístico, razón por la cual nos gustaría tener una explicación de parte de la delegación cueruda con base en la citada ciudad, máxime cuando se tienen encima las vacaciones de este mes de diciembre, razón por la cual se antoja peguntar hacia donde se fue el dinero presupuestado para este fin, pues aunque no lo crean pero es la primera vez que esto ocurre.
Tal vez el titular de prensa de la mencionada dependencia nos podría informar algo referente al tema, digo, siempre y cuando no lo distraigo de sus múltiples ocupaciones.
A propósito de las fiestas navideñas, déjenme decirles que son pocos Los Nacimientos que hoy se instalan, mismos que fueron en su mayoría suplantados por lo árboles de Navidad, pues aquella vieja costumbre prácticamente desapareció.
Entre los nacimientos que más destacaban allá por los años cincuenta, aparte de la iglesia, eran los de doña Paula Pereyra, Rosario Urbina, Guadalupe Martínez y Guadalupe Guzmán, acostumbrándose hacer una cena a donde eran invitadas las personas más allegadas a las mencionadas familias y donde se ofrecía una cena, repartiéndose también una, dos o tres copitas de jerez o vino tinto. Los licores y cerveza estaban vetadas por las costumbres religiosas y familiares de esos años.
La energía eléctrica era proporcionada por una planta de luz que se adquiría con la cooperación de la gente y funcionaba desde las seis de la tarde hasta las doce de la noche de cada día, ubicándose esta en el patio trasero del antiguo Palacio Municipal construido a base de sillar, quedando solo iluminada la alcaldía, la plaza y algunas calles que rodeaban el viejo kiosco de una sola base, redondo y con techo de lámina, sostenido con quince postes de madera y una columna de cemento al centro.
En ese lugar se celebraban los bailes, amenizados si mal no recuerdo por Esteban Meza, Jesús Castro y Tomás Salazar, mismos que le daban vuelo a la tambora, clarinete y guitarra.
Como único recuerdo de aquellos años queda una banca de granito que se encuentra en el patio trasero de la presidencia municipal y cuyas bancas fueron donadas por algunas personas, colocándose en sus respaldos el nombre de sus donadores.
Al construirse el nuevo kiosco de dos plantas y reformarse la entonces llamada Plaza Hidalgo, las bancas de granito desaparecieron y solo resta una que es la que se ubica actualmente a un costado de la cárcel del pueblo, que por cierto tiene años que se encuentra fuera de servicio por falta de clientela.
En fin, así era el Llera de mi niñez, sin olvidar que en cada esquina había puestos de madera llamadas “casillas” y hasta donde acudían las parejas de antes a consumir un refresco, un licuado o una raspa con leche y plátano, sin olvidarnos de escuchar las viejas y románticas sinfonolas que funcionaban con veinte centavos por canción.
Como podrán observar, el Llera de la mitad del siglo pasado incluyendo los años sesenta era romanticón, los bailes dejaron de celebrarse en el kiosco para pasar frente a la presidencia municipal y aunque se vendía cerveza con permiso a tomarlas en la mesa alquilada no había desorden alguno, pues todo mundo se respetaba. Así es como recuerdo al Llera de mi niñez y que estará celebrando su CCLXVI Aniversario el próximo veinticinco de diciembre.
HASTA MAÑANA Y BUENA SUERTE




