Un viejo dicho asienta que en ocasiones, por fijarse demasiado en el árbol del frente, hay quienes no ven el bosque detrás de él.
Hoy, en la política tamaulipeca parece encontrar una nueva aplicación esa perla de la sabiduría popular. Le diré el porqué de esta apreciación personal.
Hasta ahora en nuestro Estado, el escenario en el terreno mencionado se ha concentrado en dos partidos, Acción Nacional y el Revolucionario Institucional. Ambos membretes polarizan comentarios, señalamientos, intentos de análisis y una que otra reflexión con sentido común. Hay razón para hacerlo, ya que los dos aglutinan a la inmensa mayoría de los votantes en esta patria chica.
Pero esos dos árboles, volviendo a la frase citada en primer término, parece que le han restado importancia al resto de la flora partidista en estas
latitudes, que forman una corte de siglas y colores sobre los cuales nadie parece saber qué demonios sucede con ellos y cuál es su futuro a corto y a
mediano plazo.
Ciertamente todos juntos –tal vez podría salvarse el creciente MORENA– como decía el desaparecido actor Arturo de Córdova, “no tienen la menor importancia”, si se les compara con los dos colosos mencionados de la política doméstica, pero a la luz del proceso electoral en el 2018, valdría la pena aventurar un escenario sobre lo que en forma coloquial se ha dado en llamar “el chiquillaje”. La suerte de prácticamente todos, con la excepción de Nueva Alianza, que disfruta de una sólida base financiera y de una estructura propia gracias al sindicato magisterial, parece pender de un hilo. ¿Por qué?
Durante décadas, ha sido una costumbre histórica de esas escuálidas agrupaciones, depender en lo económico y en sus directrices, de un amasiato con los
sucesivos gobiernos estatales, hasta el sexenio anterior, priístas. Gracias a los acuerdos con la Secretaría General en turno y con los propios gobernadores se nutrían sus arcas, se designaban dirigentes y se repartían posiciones a modo. Alguna vez hasta el PAN –por ahí andan algunos ex líderes que lo hicieron– encontró acomodo en esos consensos bajo la mesa.
¿Los acogerá ahora el gobierno panista con el mismo calor?
Es posible, porque una de las herramientas de la política es hacer alianzas aunque sea para disfrazar manipulaciones descaradas, pero hasta ahora los directivos de esos partidos en Tamaulipas están tronándose los dedos. Nadie los llama, nadie los consiente. Nadie, para decirlo en lenguaje llano, los “pela”. Y esto es lo peor: Nadie les da dinero.
Por qué, cómo y para qué
Queda claro: si un grupo político priísta tiene capacidad de respuesta en Tamaulipas, es el que aún pervive desde la administración estatal de Eugenio Hernández Flores.
En días del pasado cercano, se difundió lo que se manejó como una aparente hipoteca por décadas, de las finanzas de la Entidad, percepción derivada de un crédito por 6 mil millones de pesos gestionado y obtenido por la administración del ex gobernador en la segunda mitad de su gestión, que se está pagando con los ingresos obtenidos por el Impuesto sobre Nómina.
El escenario parecía propicio para hundir en la sospecha ese movimiento financiero, pero como la voz popular asienta que el que calla otorga, los supervivientes de ese sexenio no se callaron. Y por lo tanto no otorgaron.
¿Qué hicieron?
En las redes sociales circula –yo lo vi apenas ayer– un video donde se detalla el proceso legal seguido para alcanzar ese préstamo, las circunstancias que empujaron a tramitarlo y lo que es más importante: el destino de esa cifra multimillonaria.
No entraré en detalles en ese sentido para no aburrir a mis tres lectores, pero me parece que es un documento que la sociedad debe valorar con objetividad y sin tintes partidistas, para entender o por lo menos tratar de hacerlo, el porqué, el cómo y el para qué, de ese ahora famoso crédito…
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