Usted debe haber oído sobre la Ley de Seguridad Interior que está en proceso en nuestro país.
Aún no ha sido aprobada porque como se ha hecho costumbre desde hace algunos años, gobierno, diputados y partidos convierten en un margallate los temas en los que deben coincidir, pero en lo que entiendo de esta nueva colección de artículos, incisos y apartados, el objetivo central es dar certidumbre jurídica a las fuerzas armadas para enfrentar al crimen, a fin de que sus acciones en ese sentido estén sustentadas en el Derecho.
Al respecto, ante los dimes y diretes sobre ese nuevo ordenamiento, tengo dos preguntas. Ahí van:
¿Esa ley hará que la protección que brinden soldados y marinos a la sociedad, sea más efectiva?
¿Dar vigencia a la misma hará que los delincuentes sienten más respeto a las fuerzas del orden y reduzcan sus ataques?
Eso y los regalos de los reyes magos es lo mismo: Puro cuento.
Parece que los legisladores han olvidado que tanto el Ejército como la Marina empezaron a actuar porque precisamente las leyes estaban en grave peligro ante el embate de sus enemigos. La prioridad era –y sigue siendo– conservar el estado de Derecho y la tranquilidad. Ambas fuerzas armadas han hecho su máximo esfuerzo en esa tarea y en lugar de agradecérselo de rodillas se les creó un halo de infractores del orden público, porque su trabajo en ese terreno no está hasta ahora definido en el marco jurídico. Esta famosa Ley de Seguridad Interior es la prueba de una desconfianza absurda.
Por el amor de Dios, no me digan que primero tengo que confirmar que los militares estén dentro de la ley para pedirles auxilio, cuando un titubeo de una parte o la otra puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Imagínese si ellos tienen que sujetarse a que les den certidumbre jurídica para acudir a proteger a la sociedad.
Con esta ley o con cien más de esa naturaleza, en la percepción de su servidor no mejorará ni un ápice el combate a la delincuencia. Por el contrario, como en todos los mandamientos de ese tipo, habrá quienes aprovecharán lagunas y omisiones de las mismas para reclamar su uso indebido en beneficio de los criminales, como ya sucede en legislaciones similares.
Por favor, dejen trabajar a soldados y marinos. Son la tabla de náufrago para este país que apenas respira sacudido por la peor tormenta social en las décadas cercanas. Pido a Dios que generales, almirantes, jefes, oficiales, tropa e infantes no se harten con estos manoseos legaloides y nos manden al cuerno para que nos rasquemos con nuestras propias uñas o peor aún, con las uñas de policías impreparados, corruptos y en muchos casos por desgracia,
vendidos a quienes deberían combatir. En resumen, ¿A quiénes le sirve esa Ley de Seguridad Interior?
Tal vez a los gobiernos para decir que trabajan sobre la ley; tal vez a los diputados para decir que trabajan por sus representados, pero para las víctimas del delito o para quienes estén en peligro de serlo, lo que importa es que exista quien lo proteja. Si viene sentado en códigos y leyes es lo de menos.
Lo de más, es que le permitan sentirse un poco más seguros…
12 Horas
Si es usted residente victorense, quizás no lo haya valorado en su justa dimensión.
¿Se ha dado cuenta de que ahora las fugas de agua potable o aguas negras no duran más de 12 horas en ser atendidas para su reparación?
Habrá quienes vean esto como algo trivial, pero los que hemos sufrido antes los hedores durante días de un desfogue callejero del alcantarillado o hemos visto con tristeza y hasta indignación cómo se perdían en el arroyo cientos de miles de litros del líquido, ver una respuesta institucional de esa naturaleza es gratificante.
Buen trabajo sin duda, de la actual COMAPA Victoria.
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