Ante la crisis política y económica que ha generado el aumento en el precio de los combustibles, la opinión pública y algunos personajes involucrados en temas nacionales han retomado la exigencia a los servidores públicos de que se bajen el salario a fin de reducir el gasto público y mitigar el impacto que éste tiene en los ingresos del Estado.
En Veracruz, por ejemplo, el Gobernador y los miembros del gabinete han decidido no cobrar su salario hasta nuevo aviso ya que las finanzas públicas fueron saqueadas por el antecesor que hoy está prófugo de la justicia. Legisladores federales del partido Movimiento Ciudadano renunciaron a los seguros de gastos médicos que la Cámara les tenía contratados. También otro tanto de funcionarios donan su sueldo o lo otorgan en becas a los que menos tienen.
Una medida muy rentable electoralmente. El público aplaude estas acciones y sataniza a quien no lo hace.
Antes de impuestos, un Senador de la República percibe 1 millón 885 mil pesos. Un diputado federal 1 millón 460 mil pesos. El Presidente de la República 3 millones. Estas cifras son estratosféricas si las comparamos con el ingreso promedio del país o con el salario mínimo.
Sin embargo, ¿eliminar estas percepciones mitiga los efectos del gasolinazo? ¿reduce el gasto corriente en tal medida que se pueda cubrir el déficit de infraestructura? Lamentablemente, creo que no.
Anualmente, son 730 millones que se gasta en el sueldo de los diputados federales. Son aproximadamente 730 calles que se pueden repartir entre los más de 2,000 municipios del país, es decir, a cada localidad le tocan 2.73 pavimentaciones.
Son 241 millones lo que se gasta al año en el sueldo de los senadores. ¿Qué alcanza con eso? Es el gasto de impresiones de un mes de cualquier entidad federativa, por más modesto que sea el pago.
El reclamo es políticamente justo. ¿Por qué ganan tanto cuando parece que hacen tan poco? ¿Por qué seguir sufragando “con nuestros impuestos” sus excesos? Son reclamos perfectamente válidos en un contexto como el que vive México. Sin embargo, vender el reclamo o “prender” a la gente bajo el argumento de que “quito X, para hacer Y” es igualmente nocivo. Es injusto hacer creer a una persona que un pedazo de ese pastel le va a llegar a solucionar sus problemas, cuando hay otros rubros (distintos a los salarios) con los que efectivamente sí puede hacerse más.
Tan sólo en comunicación social, el Gobierno de la República en el 2015 presupuestó 2 mil millones pero terminó gastando 5 mil millones.
El problema radica en la venta de la solución. Es mucho más fácil decirle a una persona “mira, tu Secretario tiene 7 mil pesos de vales de despensa, cuando tú apenas comes”, que mostrarle un análisis cuantitativo de los efectos de los “medios de conducción” o del impacto negativo de la corrupción en el Producto Interno Bruto.
Que no sea la política, la que defina el designio para los políticos.
A ojo de buen cubero
Y para atizar el fuego, un Senador en Estados Unidos de Norteamérica gana anualmente 175 mil dólares. Más que los de México. ¿Cuál será la diferencia?
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