He perdido la cuenta de cuántas ediciones he presenciado, muchas de ellas desde adentro, de reuniones entre gobernadores.
Han sido encuentros de todos los tamaños y en diversas sedes de nuestro territorio y el norteamericano. Entre gobiernos estatales fronterizos de México y Estados Unidos; entre gobernadores de entidades vecinas participantes en el TLC; entre gobernadores mexicanos agrupados en la CONAGO y entre mandatarios de una región específica, bajo el pretexto de aquellas alegres y etílicas cabalgatas con los ejecutivos de Veracruz, San Luis Potosí, Nuevo León. Coahuila y desde luego, Tamaulipas. Varios de ellos con la asistencia del Presidente Mexicano en turno y en alguna ocasión con quien sería el mandamás en Estados Unidos, George Bush Jr.
En más de dos décadas, han sido esas reuniones escenarios relumbrantes para exponer catálogos de buenas intenciones, teóricos programas de desarrollo conjunto, creación en el papel de oportunidades económicas igualitarias, supuesto mejoramiento en el combate a la inseguridad y no podía faltar, el tema de los migrantes. Precisamente como el abordado ayer en Nuevo Laredo, en el seno de la citada Confederación de Gobernadores.
¿Cuál ha sido el balance de más de 20 años de pláticas múltiples, de intercambio de opiniones, de presentación de acciones que en el escritorio lucen brillantes y en los hechos no pasan de las copias que se distribuyen?
Se lo diré en una palabra demoledora: Cero.
La verdad es que los gobernadores en nuestro país, como buenos mexicanos, siempre han privilegiado –y tienen razón aparentemente– los intereses de sus respectivas parcelas y si surge una encrucijada en el camino mandan al cuerno a sus presuntos aliados porque no están en condiciones de compartir responsabilidades. Normalito, nada de qué espantarse.
Eche un ojo a la minuta tratada en esta reunión de la CONAGO en la frontera tamaulipeca. Pareciera en la opinión de su servidor, una carta a destiempo para los Reyes Magos. Expongo parte de ella:
Solicitud al gobierno federal para que apoye a estados y municipios en el inminente retorno masivo de paisanos; petición para que no se reduzcan las partidas presupuestales para esa zona; acuerdo de rechazo a las presiones del nuevo gobierno de Estados Unidos a empresas para no instalarse en México; fortalecer los lazos con aliados nacionales e internacionales para defender al libre comercio; petición para que la Federación aporte -¿con qué? – un “Fondo de Fronteridad para apoyar a la economía regional”. Y así, por el mismo estilo todo.
Ni una acción directa. Ni una decisión puntual.
Este vacío en los saldos de estos eventos no es culpa de un Estado o del gobierno federal. Obviamente tampoco de Tamaulipas, que ha sido participante infaltable en los mismos como prueba de su voluntad de trabajar con sus vecinos. La realidad es que todo lo que se construye en esas reuniones cupulares son castillos en el aire por una razón tan sencilla como dramática: Nunca hay dinero para echar a andar ni siquiera uno solo de esos proyectos.
¿Para qué seguir entonces con esas tertulias de alto nivel?
Es evidente que un objetivo central es dotar a los estados de la fuerza que da el grupo, pero son sus propios mandatarios los que socavan lo poco que edifican, porque después de firmar el acuerdo conjunto, de lo único que se acuerdan de su reunión es que hubo una exquisita cena y conocieron chistes nuevos.
Ojalá me equivocara en esta ocasión. El país necesita de actores realmente comprometidos para salvar el enorme obstáculo que significa el gobierno de Donald Trump. Y si los resultados van a ser como las ediciones que le anteceden, el milloneta ya debe estar preparando un nuevo “tweet” de burla, a costa de los mexicanos…
La frase de hoy
“Es más fácil engañar a la gente, que convencerlos de que han sido engañados…”
Mark Twain/Escritor y humorista estadounidense
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