No alcanzo a comprender qué le hicimos como país a Donald Trump para que nos patee, escupa, ridiculice y humille como el peor de los ‘bullys’ hace con un indefenso en el colegio.
Así es mis queridos boes, simplemente no me alcanza la neurona para entender que un solo hombre sea capaz de ofender a toda una nación, molestarnos tanto y afectarnos más sin una razón aparente ¿qué le hicimos?, ¿por qué a nosotros?, ¿hasta dónde pretende llegar con el maltrato?
No hace falta explicar que el Presidente de Estados Unidos es un bully; es decir, un tipo que practica el Bullying, que al parecer lo ha practicado siempre, que ha decidido trasladar los golpes que debió dar en el colegio al niño más debilucho a un nivel superlativo.
Trump parece ser un enfermo golpeador que decidió experimentar con el poder que le dieron los gringos en la pasada elección y ver si es posible golpear a toda una nación; tristemente se ha dado cuenta que es posible y ha comenzado a disfrutar la paliza que nos está dando.
Es cierto, el bully es el enfermo, el que golpea es el que está mal, al que su papá tendría que reprender, educar, castigar, pero cuando el golpeador es el Presidente de Estados Unidos; el hombre más poderoso del mundo, no hay padre que lo someta.
¿Por qué nos golpea a nosotros?, porque somos los más débiles, los más frágiles, los más ‘torpes’ para defendernos.
Somos los más débiles porque nuestra economía pende de alfileres desde hace varios años, porque tenemos un gobierno cuestionado y sin apoyo popular; Enrique Peña Nieto apenas tiene el 12 por ciento de aprobación, somos débiles porque la corrupción ha carcomido las instituciones y a los que las encabezan.
¿Y por qué nadie nos defiende?, por dos razones: porque ante el tamaño y poder del agresor serían muy pocos los que se atreven a meterse y porque además habrá quienes en el mundo piensen que nos merecemos lo que nos pasa por permitir un gobierno como el que tenemos, por participar aunque sea por omisión de la corrupción que galopa libre por el país.
Pero además, los más grandes que nosotros no nos defienden por mal portados y porque les interesa ser amigos del golpeador y los más chicos están aterrados de que les toque un manotazo que los haga tambalearse.
Trump se ha ensañado tanto en tan pocos días, tan pocas horas, que se dio el lujo de invitar a la delegación mexicana, disque para iniciar las conversaciones de negociación de asuntos bilaterales y antes de que éstos dejaran la habitación del hotel ya estaba anunciando de manera unilateral la construcción del muro, que insiste, pagaremos.
Nos abofeteó anunciándole por Twitter al presidente Peña Nieto que si no íbamos a pagar el muro, pues pensaba en suspender la reunión que para la próxima semana tenían pactada; es decir, nos desinvitó y el inquilino de Los Pinos no tuvo más remedio que anunciar que no iba.
Nos amaga con eliminar los fondos del Plan Mérida que en buena medida han servido para hacer frente a la delincuencia organizada, nos amenaza con enviar de regreso a cientos de delincuentes mexicanos presos en sus cárceles, con regresar a miles de estudiantes o dreamers que están amparados bajo una decisión de Barak Obama que con la mano en la cintura puede echar abajo.
Nos acorrala con el impuesto del 20 por ciento que pretende imponer a las importaciones desde México.
Y ahí estamos como país, enojados con nosotros mismos, por débiles, por chiquitos, porque nuestro presidente no es el líder que ahora se ocupaba.
Porque a Peña Nieto le hemos dado hasta con la cubeta (lo hemos defenestado me reclamaba un priista ayer) y lo hemos convertido en una caricatura en lugar de un dirigente con liderazgo.
Pero ¿qué hacer?, ¿responder los golpes del fortachón para que nos golpee más y terminar bien madreados pero con la dignidad a salvo?, ¿quedarnos en el suelo hasta que le aburra darnos de patadas y levantarnos hasta que se vaya?.
No es fácil proponer una solución ante la soledad en que nos encontramos como país y con un futuro tan incierto como el que ahora nos persigue.
Sí, necesitamos un líder fuerte, un país unido y un plan de contingencia o contraataque que nos permita dar la batalla.
Peña Nieto podría comenzar por dar marcha atrás a decisiones que le han hecho el presidente más impopular de la historia desde que se mide ese cargo.
Exensión de algunos impuestos a los empresarios que mantengan e incrementen los empleos, baja considerable a impuestos de los servidores públicos que ahora son ofensivos, combatir de verdad la corrupción y la inseguridad.
Ajuste a los gastos en partidos, publicidad gubernamental y eventos de relumbrón. Podrían ser algunas medidas para volver a hacer popular y líder a Peña Nieto.
Sólo un presidente fuerte y con liderazgo podrá salvarnos de que el Bully de Trump nos hiera de muerte; ¿estamos a tiempo?
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