Ni uno solo se ha parado por aquí para responder al hartazgo social del porqué del gasolinazo. La mayoría de los diputados federales, por no decir que todos, siguen cobrando jugosos salarios en el Congreso, y siguen levantando el dedo, de acuerdo a las instrucciones que les da su pastor César Camacho Quiroz. En el Senado, igual ha hecho mutis el mercenario de la gestión Emilio Gamboa Patrón.
Ahora muchos de ellos tratan de darle vuelta a la tortilla haciendo apología de la actitud del presidente Enrique Peña Nieto ante Trump. De pronto, nuestros legisladores federales se han vuelto profundamente nacionalistas y pretenden que el pueblo tamaulipeco se olvide de los brutales incrementos asestados por el gobierno peñista en aras de la macroeconomía que Trump les está restregando en la cara.
Mientras tanto, en EDOMEX ya sobornaron a la corrupta Chepina Vázquez Mota. Las pandillas panistas y perredistas de Ricardo Anaya y la diva Barrales, guardan silencio cómplice. Cuánta asquerosidad.
La crisis mexicana y la revolución del Peje
En 1917, Rusia y sus mayorías campesinas y obreras habían llegado a un límite ante un zarismo elitista, corrupto y represivo. Se vivía una pobreza generalizada, y sólo un pequeño grupo de nobles y de aristócratas detentaban los mejores ingresos. Pero al mismo tiempo, el ejército ruso era derrotado por Alemania en el escenario de la primera guerra global.
Hoy, aquí en México, el gobierno peñista está boca abajo ante Donald Trump, los servicios de Videgaray y compañía han sido derrotados diplomáticamente hablando. El peñismo y sus altos funcionarios son los que ganan sueldos principescos, mientras el pueblo sufre los embates de la pobreza y la inseguridad.
Algo flota en el ambiente mexicano. Los astros del poder político parecen alinearse, como nunca, para el surgimiento de un gobierno de izquierda en 2018. No sería obviamente un gobierno socialista, como el que permitió que Rusia dejara atrás su rostro de país atrasado para convertirse en la principal potencia industrial de Europa, al grado de disputarle a Estados Unidos la supremacía mundial.
Pero, con toda seguridad, la llegada de un régimen mexicano distinto a los gobiernos de la derecha prianista en los primeros tres lustros del siglo XXI, representaría algo diferente para la sociedad, que ya pide algo nuevo, y no más de lo mismo.
No voy a establecer comparaciones entre lo que sucedió hace cien años en Rusia, y lo que puede suceder en México, porque no son las mismas condiciones, empezando por las de tipo histórico. Pero sí existen elementos generales de crisis y de ingobernabilidad, que son a las que me refiero, para señalar que, por ese boquete abierto, en el panorama mexicano con una economía colapsada y una política incierta podría colarse el primer gobierno de orientación social, desde los tiempos de Lázaro Cárdenas a la fecha.
Todos los que tengan una mediana noción de la historia, saben que la revolución mexicana no se resolvió a favor de Villa y de Zapata, el ala más popular, sino por el lado del carrancismo y del obregonismo, considerados como la pequeña burguesía. En todo esto intervino Estados Unidos. Los gringos le negaron los cartuchos que Villa necesitaba para pelear en Celaya. La izquierda armada fue derrotada.
En 1968, el gobierno diazordacista reprimió brutalmente el movimiento estudiantil y canceló de tajo las aspiraciones democráticas de la izquierda social.
Estados Unidos y la paranoia anti comunista de Lyndon Johnson estuvieron presentes.
En 1988, Carlos Salinas se erigió en el poder con el apoyo de Estados Unidos pese a que el que había ganado realmente era Cuauhtémoc Cárdenas. Reagan y Bush padre lo avalaron. En 2006, Felipe Calderón salió derrotado por el Peje, pero fue arropado y validado por USA, y por George Bush hijo.
Hoy, por primera ocasión, la burguesía mexicana y su gobierno de derecha son arrinconados y desconocidos por su padre putativo, el que siempre los había apapachado, y se había hecho de la vista gorda ante sus desmanes.
Metafóricamente, es como un padre que de pronto le dice a su hijo que ya no va a tolerar más sus vicios y francachelas; su desordenado estilo de vida. Hoy las cosas con Trump, parecen pintar de manera diferente.
El destete del Estado mexicano, ante papi USA, es evidente. Ni siquiera los más sofisticados derechólogos y globalifílicos, como Luis Videgaray, pueden con el tema. El “cerebrito” de Massachusetts, acaba de ser vergonzosamente bateado por el gobierno de Trump.
La política del Tío Sam, (como se le llama al gobierno de USA en honor al carnicero Samuel Wilson que proveía a sus soldados), ha dado un viraje impredecible.
Por esa puerta podría ingresar el Peje a Los Pinos.




