En los días cercanos y ante la espiral ascendente de los delitos del fuero común en el Estado, han resurgido los pronunciamientos sobre la necesidad de volver a integrar en los municipios la Policía Preventiva o una corporación similar a ésta en sus funciones.
¿Tienen razón quienes proponen volver a esa modalidad?
Aunque la respuesta pueda parecer contradictoria, en la percepción de su servidor es un “sí” y a la vez un “no”.
¿Por qué aceptar y rechazar?
El “sí” se deriva de la necesidad de que la sociedad tenga a la mano una figura cercana a quien acudir cuando sienta en peligro su patrimonio o su integridad física. Aún cuando la Policía Estatal, la Federal o las fuerzas armadas operan en la medida de sus posibilidades, para el ciudadano y sus familias siguen siendo una instancia alejada y fuera de su alcance.
En ese sentido, sin duda se requiere esa policía como puente primario para atender a las potenciales víctimas de la delincuencia en lo que a prevención
de sus embestidas se refiere.
¿Y él no?
Es una vieja historia que precisamente llevó a la extinción, así sea temporal, de ese orden de seguridad. Los efectivos de la Preventiva –los uniformados como se les conocía– se convirtieron en el brazo más inefectivo de esa estructura por su bajísima preparación profesional, su miserable armamento y la facilidad con que eran coptados por el hampa hasta convertirse en aliados de la misma. Por eso desaparecieron.
Volver a esas circunstancias sería una medida inútil para proteger a la sociedad, como con certeza sucedería si se tomara la decisión de resucitarla por el solo hecho de que el delito del fuero común ha crecido. Se requiere y no es un término exagerado, reinventar esa corporación para que sea realmente un apoyo y no una especie de enemigo dentro de casa.
Para lograrlo se requiere tiempo, no una orden ejecutiva al estilo Trump como si fuera una receta de chef cuyos ingredientes únicamente serían en estos momentos las buenas intenciones, pero alejados de los objetivos.
Para dimensionar lo anterior basta una pregunta a una ama de casa:
¿De qué serviría hornear un pastel multicolor y ornamentado si la harina está rebosante de gorgojos…?
Tropezón vecino
El nuevo gobierno –panista– de Veracruz empieza a tropezarse con sus propias mentiras. Y está en riesgo de quedar en ridículo con el caso de las quimioterapias presuntamente apócrifas.
En la obsesión de quemar en leña verde al ex mandatario Javier Duarte –quizás lo merezca éste por otros motivos– el hoy Jefe del Ejecutivo jarocho,
Miguel Ángel Yunes, recibió un regaño maquillado del Secretario de Salud federal, José Narro, al pedirle éste al veracruzano que “lo que necesita esa dependencia no son dichos, son hechos, son pruebas”, ante la inexistencia hasta ahora de casos comprobados afectados por ese supuesto delito.
La verdad, doy gracias por no vivir en ese Estado. Yunes ha hecho de la denuncia su “modus vivendi” político, para disfrazar que no ha movido un dedo en
acciones de gobierno y que su plan de desarrollo estatal no tiene pies y mucho menos cabeza. Ha trabajado como un “sheriff”, no como un gobernador.
Por lo menos aquí, en Tamaulipas, no se suma a los graves problemas que ya sufrimos, el desenfrenado revanchismo y enfermizo afán de destruir que caracteriza a don Miguel Ángel…
La frase de hoy
“Es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente…”
Groucho Marx/Actor y humorista estadounidense
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