Y si nos despojamos un poco del Tri que juega partidos para el olvido como el del miércoles ante Islandia. De esta selección que perdió terreno en la Concacaf y dejó de ser el gigante. Que el quinto partido más allá de ser un deseo se convirtió en un flagelo para los jugadores y para todo un país cada cuatro años en los mundiales.
Si la herida de la derrota en la Serie del Caribe ante Puerto Rico en Sinaloa sigue abierta y hacemos de lado al béisbol por un momento. Si el tenis no puede despegar, si en clavados somos potencia pero el primer lugar del podio se nos niega…entonces qué?. Sería bueno echarle un ojo a la lucha libre. Es el deporte arraigado a la historia mexicana y se mantiene incólume, de pie, enraizado profundamente en todas las generaciones. Solo hay que ‘apapacharlo’.
Y digo esto por muchas cosas. Primero porque no cualquiera se sube a un ring a recibir golpes. Hay que saber recibirlos, hay que saber caer, hay que arriesgarse y en la lucha de hoy hasta se requiere un ‘gen’ de Kamikaze para estar en ese mundo.
Me refiero a la lucha hoy para felicitar a quienes detrás de una máscara encierran magia y misterio. Respeto y reverencia. El domingo 5 de enero se celebró el día del Luchador en coincidencia con la muerte del máximo exponente de esta disciplina, El Santo, quien falleciera ese día en 1984.
Señalo esto para reconocer que a lo largo de la historia hicieron y hacen desfilar a grandes y chicos. Como si la película se repitiera. Los que alguna vez pidieron a papá y mamá ir a la arena para ver a los luchadores, hoy en su rol de papás y abuelos vuelven a caminar ese mismo sendero para ver a sus hijos y nietos con qué ansiedad llegan a la fiesta. Y se despegan para subir al ring, hacen piruetas imitan a sus ídolos, se cuelgan de las cuerdas y
hasta les sacan un susto porque hasta ‘quieren volar’.
Mi reconocimiento a los gladiadores porque más allá de ser deportistas, son artistas. Porque la lucha es arte, recrean, despiertan sentimientos, imponen una imagen, son protagonistas de un espectáculo único.
Necesita tal vez en nuestros municipios una mejor organización. Que dejen de lado esos ‘celos’ que tratan de despertar las ‘empresas’, de que si luchas en una no luchas en otra. De que hablan de traiciones. Señores al fin y al cabo todos son luchadores y deben estar unidos.Hay que intentar que se les valore un poco más por lo que hacen. Brindarles un seguro para afrontar cualquier imponderable, pues siempre están expuestos a lesiones.
La lucha es el sello genuino del deporte mexicano, el que como pocos, o tal vez como ninguno nos permite incluso subirnos a las gradas para interactuar con ellos, en la mayoría de las veces en un lenguaje fuerte, de conceptos indecorosos.
A la lucha libre hay que darle un pequeño envión un ‘cariñito’ para devolverle algo de lo mucho que nos dio. Es parte esencial de nuestro folklore que nos identifica como país.
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