Ayer cumplimos tres cuartos del siglo y vamos por más.
¿Cuántos?
No lo sabemos pero sí les digo que de aquí para adelante todo lo que escurre es miel o dicho en otras palabras, “pura ganancia”.
Llegamos a esta edad llenos de vida y rodeado del cariño de la familia, del respeto de una buena cantidad de amistades y con mucha salud por delante, por lo tanto todavía hay Othón para rato, siempre y cuando el Señor que todo lo puede no disponga otra cosa.
Por primera vez en más de treinta años no quise festejarme en grande como ha sido costumbre mía pero tengo una importante razón para no haberlo hecho: Dos meses tiene una nietecita internada en el Hospital Infantil de Ciudad Victoria y no consideré justo en tanto yo me divertía ella se encontrara en cama, máxime cuando estuvo a un paso de la muerte.
Afortunadamente parece que con el favor de Dios y el profesionalismo del personal médico, de enfermería y administrativo del hospital todo marcha muy bien y ya pronto la tendremos de regreso en Llera.
Por lo tanto sólo asistí a una cena familiar que mis hijos me hicieron ayer por la noche, un seisito que me aventé entre pecho y espinazo de esos botes colorados y que no doy nombres porque entonces mis jefazos de los periódicos y portales para los que escribo me quieran cobrar el espacio por andar anunciando bebidas de esas a las que llamo “espirituosas” pero ellos llaman de moderación.
En fin, dentro de lo que cabe la pasé bien y vamos por más.
A propósito, en cierta ocasión el entonces gobernador Eugenio Hernández Balboa me preguntó allá por el estado de Veracruz cuando todavía se realizaban Las Cabalgatas:
Oye Othón ¿cuántos años tienes?
Sesenta y cinco, respondí.
¿Y por qué no tienes canas?
Sí las tengo mi gober pero como son muy vergonzosas no les gusta que las miren y por eso me las pinto.
Eugenio lanzó al aire una sonora carcajada y siguió saludando gente en el campamento dedicado a Tamaulipas.
En otra ocasión volvió a la carga, ¿dónde están tus canas?
No tengo, fue mi respuesta.
¿Por qué?
Porque me baño y tomo agua del río Guayalejo.
Otra sonora carcajada.
En fin, con canas o no el caso es que ya estoy entrado en años y no tardo en irme, por eso cuando mis amistades me preguntan mi edad y les contesto con la verdad siempre les digo, palabras más palabras menos, cuídenme porque me les voy y qué caso tiene que después anden chille y chille por mí.
No quiero despedirme sin antes enviar mis condolencias a toda la familia y familiares de mi comadre Galdina, mi vecina, quien ayer fue recibida por San Pedro en las puertas del cielo y conducida ante la presencia del Señor.
Sólo una recomendación le hago: Que cuide mi espacio no vaya a ser que otro cristiano o cristiana me lo quieran “agandallar” y me dejen fuera o a las puertas del infierno.
HASTA MAÑANA Y BUENA SUERTE.