Las cifras revelan dos realidades.
La primera es el tamaño –no necesitan decírnoslo– del gravísimo problema de inseguridad que sufre Tamaulipas. La segunda es una especie de justificación para quien menos se esperaba, por el estancamiento que sufrió el Estado en los seis años cercanos y que aún sigue padeciendo.
De acuerdo al Indice de Paz Global del Instituto para la Economía y la Paz, en esta geografía se desembolsó globalmente el año pasado, entre gobierno y sociedad, alrededor de 95 mil millones de pesos para combatir a la delincuencia en el primer caso y para tratar de protegerse en el segundo. Los números pueden parecer excesivos pero es el balance oficial de ese organismo, como lo señala una nota de este cotidiano.
Si traslada ese gasto al plano personal, significa también conforme a la misma fuente, que cada tamaulipeco, incluidos los niños, debe pagar algo así como 26 mil 600 pesos en el intento de no ser víctima de la violencia generalizada.
Es un escenario para el infarto, del cual de alguna manera todos quienes vivimos en esta tierra de Dios tenemos conocimiento. Somos testigos diarios, cercanos o lejanos, de esas circunstancias y por desgracia muchos son víctimas de ellas. Para decirlo en una frase, no nos cuentan nada nuevo.
Sin embargo, en mi percepción hay algo interesante que se desprende de este dramático reporte, el cual considero necesario exponer en aras de la justicia.
Me refiero al impacto brutal en el desarrollo de Tamaulipas generado por ese enorme gasto para enfrentar a la ausencia de orden público. En lenguaje más claro: ese renglón se ha llevado casi todo en nuestra patria chica.
¿Y por qué hablar de una justificación para entender el complicado escenario que vivimos?
Le expongo mi opinión: Nunca fue santo de mi devoción, no lo es y dudo mucho que algún día lo sea, el ex gobernador Egidio Torre Cantú. Pero a la luz de esos números a mí me queda claro desde hace un buen tiempo –y esto me confirma esa convicción– uno de los “por qué” del empantanamiento que azotó a Tamaulipas en el sexenio que ese señor encabezó.
Un dato es revelador. El gasto sumado en esa administración dedicado a la seguridad pública alcanzaba casi los 5 mil millones de pesos cada año. En
total, “arañó” los 30 mil millones de pesos. Ningún gobierno invirtió tanto en ese rubro.
¿Entonces hay que disculpar a Egidio por el desastre que dejó?
De ninguna manera. Entiendo y muchos tamaulipecos lo hacen también, que la violencia criminal frenó muchos programas e impidió la operación de otros, pero como apunté, sólo fue uno de los “por qué”. Los otros motivos de ese atraso fueron el saqueo desmedido del presupuesto, la polarización de beneficios para la familia y amigos del ex mandatario y la galopante soberbia del mismo.
En resumen, Egidio está disculpado en parte. Pero está condenado en otras más grandes aún…
Un policía de “copiloto”
Va un reconocimiento al gobernador Francisco García, por impulsar una nueva modalidad de vigilancia en las carreteras, prácticamente en la víspera de la Semana Santa.
El operativo se llama “Copiloto” y ayer mismo se dio a conocer en la reunión de trabajo que encabezó el mandatario con todas las áreas involucradas en prestar servicio y atención a los paseantes.
Las acciones se aplicarán desde las terminales de autobuses e incluyen un agente policíaco que viajará a bordo de la unidad bajo control –espero que tengan los suficientes efectivos– y una patrulla que a distancia vigilará la ruta de la misma.
Desconozco la cobertura de este programa, pero si por lo menos puede alcanzar el 50 por ciento del movimiento sería un paso gigantesco para proteger tanto a usuarios como al personal, lo cual sumado a otras acciones para dar seguridad a conductores particulares, permite esperar un descanso
tranquilo. Ojalá sea así…
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