Sucedió poco más de veinte años atrás.
El entonces gobernador Manuel Cavazos Lerma fue cuestionado en una entrevista periodística sobre la supuesta dureza en el trato que se daba a los reos en las cárceles tamaulipecas, lo cual había generado una recomendación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Cavazos respondió así, en su peculiar estilo:
“No podemos poner monjas a cuidar a criminales”…
Eran tiempos todavía de control o algo parecido de los directores en las prisiones, en donde sus decisiones valían. En esos años aún flotaba en ese ambiente la anecdótica figura del casi legendario alcaide en la penitenciaría de Victoria, Manuel Robles, a cuya picaresca imagen y semejanza se formó un buen número de funcionarios de ese tipo.
¿Qué sucedió en esas dos décadas, que desapareció el dominio de las autoridades en los ahora llamados Centros de Ejecución de Sentencias?
La respuesta se transparenta: primero se perdió la disciplina, después se perdió el respeto y por un efecto lógico, se perdió el control. Hoy se pagan las consecuencias de lo que empezó como indolencia y se convirtió en complicidad y hasta en sometimiento..
Las primera señales oscuras aparecieron a finales del sexenio del gobernador Américo Villarreal Guerra con los sonados casos de Olivero Chávez en Matamoros y Equiterio Gamboa en Victoria y se recrudecieron en los mandatos posteriores. Hay que decirlo, sin excepciones.
Las ominosas pruebas de esa anormalidad las sufrimos todos. Las cárceles, sin importar si operan en Tamaulipas, en Chiapas o en Baja California,
hace tiempo dejaron de ser un confinamiento para la delincuencia, porque sus acciones rebasaron sus murallas y sucedió lo impensable y menos deseable.
Las evidencias calan. Desde su interior, sea cual sea el CEDES en el Estado, hoy se organiza toda suerte de ilícitos y muros adentro se registran
violentos casos lamentables y muy dolorosos como es la pérdida de vidas humanas. No hace diferencia si las víctimas son policías o convictos, todos son personas con derechos y tienen seres queridos que les lloran. Todos duelen.
Por lo anterior, cobra especial importancia la advertencia lanzada ayer por el gobernador Francisco García Cabeza de Vaca, de que su administración está poniendo orden en las cárceles y lo seguirá aplicando. Para dar mayor seguridad a los tamaulipecos, dijo.
No sólo es necesaria, sino indispensable una decisión de ese tamaño y de esa jerarquía institucional, la cual aplaudo, porque significa proteger también además de la sociedad honesta, la integridad física de los internos, muchos de ellos ajenos a los delitos cometidos muros afuera.
No significa lo anterior que sea imperativa una regresión a la mano ultra dura o a tratamientos indignos. Por supuesto que no, pero tampoco es saludable ni mucho menos la excesiva tolerancia al reto presidiario. Queda claro que se impone mantener a las prisiones como un lugar para purgar condenas por agravios a la sociedad y no como constante escenario de una violencia salvaje y muchas veces mortal como se ha vivido en los días cercanos.
Una tarea complicada, pero ojalá tenga éxito…
La frase del día
“En la tierra hacen falta personas que trabajen más y critiquen menos; que construyan más y destruyan menos; que prometan menos y resuelvan más; que esperen recibir menos y dar más; que digan mejor ahora que mañana…”
Ernesto “Ché” Guevara/revolucionario argentino
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