5 diciembre, 2025

5 diciembre, 2025

Cómo se demerita la democracia

Columna Invitada

Desde que las elecciones son manejadas sin la intervención del gobierno y administradas por supuestos ciudadanos ajenos a los partidos políticos, los procesos electorales han sido cuestionados. Es justo reconocer que no hay comicio alguno que los perdedores no hayan acudido a las instancias electorales a presentar cualquier tipo de queja contra presuntos fraudes electorales del partido ganador.

Todos sabemos que el Estado Mexicano ha propiciado, apadrinado y consentido la creación de las instituciones necesarias para atender las impugnaciones que surgen después de los eventos electorales y también sabemos que son muy pocos los casos que han procedido a declarar nula una elección.

Es curioso cómo se forman ejércitos de abogados especialistas en derecho electoral para reunir las pruebas fehacientes para presentarlas a los tribunales, sabiendo de antemano que son muy pocas las posibilidades de ser tomadas en cuenta.

Pero lo más vergonzoso es que abundan los casos que los acusados toman posesión de los cargos sin que los tribunales hayan emitido resolución alguna sobre las quejas que se presentaron en su contra.

Aunque lo más oprobioso es que si comparamos el costo de estas instituciones con la efectividad que han dado, llegamos con facilidad a la conclusión que es mejor cerrarlas.

Sin embargo, y al margen de los múltiples cuestionamientos a los procesos electorales, también es justo reconocer, aunque se lea oficialista lo que escribo, que el único partido que acepta las derrotas es el PRI, los demás, si ganan, hay democracia y si pierden, hay fraude.

Eso demerita la democracia.

En las recientes elecciones del domingo 4 de junio, el joven Ricardo Anaya, presidente del PAN, aceptó con gusto haber ganado Nayarit, resignarse a la derrota del Estado de México por el fracaso de la señora Vázquez Mota y sumarse a la lucha por el supuesto fraude electoral de Coahuila.

Esa actitud también demerita la democracia.

Pero lo peor de todo, es que ante la distensión de la legislación electoral y la falta de fuerza del INE para aplicarla, todos los partidos políticos hacen uso de esa debilidad y donde pueden, quieren y les interesa, violan y violentan la ley a su entera conveniencia. Luego, el candidato que pierde, exclama con estridencia que el virtual ganador no se ajustó a las normas del INE, cuando en realidad acepta implícitamente que perdió porque el ganador uso más y mejores triquiñuelas para lograr el triunfo.

Vaya que eso confirma que se demerita la democracia.

Lo mejor que nos puede pasar es que las cúpulas de los diversos partidos políticos debidamente registrados ante la autoridad electoral, lleguen a verdaderos acuerdos en lo oscurito para así evitar el desgaste del sistema democrático que tanto nos ha costado a los mexicanos.

Claro sabemos que en la práctica eso se hace, de otra manera no se explicaría la fusión de intereses del PAN y del PRD, que todos sabemos sustentan ideologías contrapuestas, en varias gubernaturas.

Sin duda que todo eso demerita la democracia.

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