La lluvia y su lenguaje de truenos primitivos, parecen discutir asuntos sin resolver, mientras una estampida de nubarrones se precipita por los acantilados del cielo. Desde el lunes, el centro del poder tamaulipeco, se ha lavado el rostro lacerado por el calor, y el agua se escapa por las calles, como un testigo amarillento, que decide darse a la fuga, sin mayores explicaciones que su silencio líquido y tembloroso, hundiéndose en el asfalto.
Debemos respetar el mutismo del agua envuelta en su sudario de tono ocre, pues tal vez, es solo un reflejo de una sociedad que camina de prisa, en silencio y arrinconada por la inseguridad y el miedo. El alma asustadiza del agua fugitiva, no escapa a lo que sucede en la superficie.
Amores, tragedias, celos, decepciones, lealtades, traiciones, sangre, sudor y lágrimas, viajan en el mismo tren del aguacero que se lleva consigo, las miserias humanas para depositarlas en el inframundo de los deshechos. Colocada en un plano superior a la comedia escenificada por los hombres, la naturaleza hace su propio juego y decide barrer de vez en cuando, con los escupitajos y las pequeñas miasmas del devenir urbano.
En el plano de lo moral y de lo político, hace falta también una lluvia profiláctica que se lleve de una vez por todas, el cúmulo de simulaciones y de imposturas.
Aunque después de todo, el torrente de agua, viajero sin agenda y sin más reflectores que los relámpagos, termina por sedarnos, devolviéndonos por unas horas, la tranquilidad ficticia que respira bajo la caparazón insensata de la violencia. La lluvia nos redime, con su corona de hilos
transparentes entretejidos al horizonte. Fresca, madura y dulce, el agua es una fruta que se nos resbala por el rostro y nos remite a la bondad de Dios.
Ayer llovió como la divinidad ordena: fue una precipitación tranquila, sin vientos huracanados, la paradoja perfecta de las nubes que cumplen con su promesa de entregarle a la gente un poco de alivio, y lo hacen de una manera ecuánime, sin mayores aspavientos, una lluvia inteligente, sin odio y sin revanchismos.
Con toda razón, los hombres de la antigüedad solían hacerle caso a los fenómenos naturales. De una o de otra forma, eran lecciones gratuitas, en aquella cultura primigenia que aún tenía la humildad de mirar al cielo.
Hoy, los hombres del poder, buscan competir con Dios. Pero, en atardeceres como el de ayer, la lluvia nos devuelve a la placenta social de la humedad democrática. Todos, sin excepción estamos hechos del mismo material falible. No hay verdades absolutas ni realidades eternas.
Dos días de lluvia consecutiva, en el horneado centro de Tamaulipas, saben a gloria. El termómetro descendió a los 31 grados, casi casi el clima del altiplano.
En esta ocasión, los vientos estuvieron ausentes. Solo se dejaron sentir los truenos, y la tormenta.
Están por arribar los mamarrachos del CEN priista
Se dice que, por estos días, arribarán a la capital del estado, un grupo de personajes priístas enviados del CEN tricolor que preside el magnate de los taxis, Enrique Ochoa Reza. No sé los nombres de todos ellos, pero no hace falta el dato, para saber que se trata de auténticos mamarrachos amamantados por la ubre peñista, y que vienen a Tamaulipas solamente para semblantear y sopear al priísmo de la entidad, con la mira de imponerles a un dirigente, a imagen y semejanza del ex burócrata de la Comisión Federal de Electricidad.
Se sabe que las auténticas bases del PRI , traen ganas de armar camorra, y que algunos de ellos estarían preparándose para mostrarles a los turistas de Ochoa Reza, todo el coraje y la frustración acumulada durante todos estos meses de ausencia. No es por alentar la violencia que ya constituye un mal endémico en Tamaulipas, pero la posibilidad de que los ilustres visitantes, se lleven uno que otro huevazo o tomatazo, no es del todo descabellada.
¿Qué motivó la renuncia de Gonzalo Alemán?
Es del meritito Aldama: fue diputado federal por el PRI, y en el 2016, se enganchó al proyecto de la alternancia panista. Después de fungir como Secretario de Desarrollo Rural, acaba de renunciar por motivos que solo el mismo ex funcionario conoce. Para algunos, Gonzalo no vio satisfechas sus expectativas de manejar poder y recursos. Tal vez, no era el señor Alemán el que realmente ejercía el mando, en la política que rige el campo tamaulipeco.
Segundas versiones, hablan de que habría cometido errores, que lo llevaron a abandonar el barco. Hoy, la opinión pública se pregunta si, lo renunciaron o él decidió aventar el arpa solito, por circunstancias de orden personal, político u administrativo.
POSDATA: En corrupción, buscan con lupa, al que cierre la puerta.