Una y otra vez la sonrisa de Javier Duarte aparece en las pantallas.
Es el rostro de un bribón que ha burlado la justicia secundado por bribones testaferros que cultivan la hipocresía las vanidades del poder. Solapado, alentado por sus iguales que permean las altas esferas políticas se cubren por el manto de la corrupción.
Representa a una caterva de gobernantes que han hecho de la política un estadio bancario y sus divisas se funden con la ignominia, el robo y el descaro curricular.
Simboliza al país de la más alta corrupción donde la moral es la glorificación del estatus social.
Su sonrisa revela el arreglo de la ley con la compra y el silencio de la impunidad. Tiene, tienen estos bribones un margen de cientos de millones para negociar su desfachatez.
Es el gesticulador
De los gesticuladores, protegidos y protectores del despojo a cientos de familias en la salud, la vivienda, en la educación, que declararon en sus informes de gobierno. No tocan sus bienes, no les agarran las manos a sus familias.
Son protegidos por la justicia del poder con el cual hacen la mesa de la penitencia y son perdonados a pesar de sus infamias. El dinero, los millones son producto del saqueo y el despojo. La sonrisa de Duarte representa lo banal de la justicia y los arreglos tras bambalinas en el teatro de la tragedia mexicana. Su sonrisa es la burla de un bribón de bribones.
Es la máscara de otros que como él han despojado al pueblo mancillado en su dignidad primera de hambre y justicia.
Estos gobernantes nacieron en El culo del mundo. Un pueblo en la testa del Polo Sur. Y por lo mismo, son llamados «Culeros», por un pueblo que no sonríe como ellos.
Javier Duarte, sin duda, proviene del culo del mundo.
