CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Ser independientes y productivos, es la finalidad de las escuelas dedicadas a la atención de personas con capacidades diferentes, ya sea físicas, auditivas, visuales o intelectuales.
La escuela para invidentes ‘Camino de Luz’ es un espacio dedicado específicamente para personas con discapacidad visual y débiles visuales, que actualmente alberga a 29 beneficiarios a los que se les brinda una rehabilitación integral de alta calidad, para integrarlos a la sociedad como personas productivas y adaptadas a su entorno.
“Tenemos alumnos de todas las edades, la más chiquita es de cuatro años y los más grandes son adultos mayores, aquí se les enseña Braille, computación, inglés, manualidades, artes, se les dan terapias físicas, donde se les enseña a caminar en lugares públicos y valerse por sí solos, también hay un taller de música, donde ya tienen su grupo musical en forma”, destacó Miriam Villarreal, directora de Centros Asistenciales del DIF Tamaulipas.
Y como parte de los talleres de manualidades elaboran escobas y trapeadores, y tejen bolsas de hilo, esta última actividad ha superado las expectativas, pues sin esperarlo alcanzaron un pedido de más de 90 bolsas, luego de una publicidad que se compartió a través de las redes sociales del DIF Tamaulipas.
La elaboración de las bolsas se ha convertido en una sólida fuente de ingresos para los 12 alumnos que participan en el taller, donde además de sentirse productivos, logran ser independientes económicamente, lo que les mejora su calidad de vida.
La maestra María Luisa Ramírez es un claro ejemplo de que no hay impedimentos para ser independiente y productivo. En el 2000 perdió la vista a causa de la diabetes, se integró a la escuela ‘Camino de Luz’, donde estuvo como alumna por cinco años, siendo ella licenciada en informática de profesión, fue contratada como maestra de computación, después como maestra de Braille y ahora también encargada del taller de manualidades en la elaboración de bolsas.
“La elaboración de las bolsas surge por la inquietud de hacer un trabajo y ahora ha tenido mucho auge por la difusión que les están dando. Yo tuve un maestro que me dio la base y después agarramos una bolsa comprada y de ahí tomamos el modelo, así empezamos a diseñar y con la práctica se fueron haciendo más diseños”, explicó la maestra María Luisa Ramírez.
Además de enseñarles a los alumnos, funge como un filtro de calidad, pues revisa minuciosamente cada una de las bolsas terminadas y cuando llega a tener alguna duda acude con el personal administrativo para preguntarles si los que está sintiendo con su tacto es o no un tejido mal elaborado, todo con la intención de sacar a la venta un producto de excelencia.
“Aprendemos tocando y a veces con videos en las computadoras parlantes, ahí nos van dando instrucciones, lo primero es aprender a hacer el nudo plano, algunos aprenden más rápido que otros, pero nosotros como quiera les enseñamos a su paso, pero les enseñamos y siempre bajo supervisión mía, ellos están poniéndole todas sus ganas”, explicó María Luisa.
Las bolsas varían entre 650 y 450 pesos, cada una va forrada en su interior de acuerdo al uso que se le dé, ya sea plástico si es de playa o tela si es para el uso diario; una persona que es rápida tejiendo tarda entre tres y cuatro días con la producción de una pieza, por ello han recorrido las fechas de entrega hasta dos meses, lo que les segura un ingreso a estos invidentes.
Además todos los alumnos deben tomar clases de Braille, la maestra María Luisa les enseña con dedicación “ellos deben desarrollar su tacto porque nuestros ojos son el tacto, de ahí el primer paso es que ubiquen las seis posiciones de un cajetín, mientras no las ubiquen no pueden pasar a aprender los que es el alfabeto, porque nosotros para escribir en Braille lo hacemos a base de puntos en relieve, por eso el tacto es tan importante”.
En la escuela de invidentes ‘Camino de Luz’ todos los servicios son gratuitos, además de impartirles clases y talleres, cuentan con un transporte que lleva y trae a todos los alumnos a su domicilio particular, les brindan desayuno y comida, así como rehabilitación física.
“Todos lo que requieran del apoyo son bienvenidos, tenemos capacidad para recibir a más personas invidentes o con debilidad visual, las inscripciones están abiertas todo el año, no importa si vamos avanzados”, resaltó Miriam Villarreal.
Atención a otras discapacidades
Otra de las escuelas que apoyan al desarrollo de las personas con capacidades diferentes es la escuela de educación especial ‘Alejandrina Boijseauneau’, con casi 35 años de experiencia, atienden a niños de 45 días de nacidos a 15 años de edad, en un horario de 8:00 a 15:00 horas, con diferentes salidas de acuerdo al grado escolar que cursen. Atienden a niños con cualquier discapacidad, excepto visual.
“Se les hacen modificaciones a la curricula de acuerdo a la discapacidad que tiene el niño, autistas, con Síndrome de Dow, problemas de audición o motores, se acomodan en sus grupos de acuerdo a la edad, puede haber en un salón diferentes discapacidades, lo más que un salón puede tener son 16 niños y actualmente manejamos ocho grupos”, explicó Nereida Isabel García Jaramillo, trabajadora social de la escuela de educación especial ‘Alejandrina Boijseauneau’.
La escuela se maneja con una inscripción abierta durante todo el ciclo escolar, donde han llegado a atender hasta 130 alumnos, sin embargo el año pasado se inscribieron sólo 96.
“La atención que damos es un inicial, un preescolar y primero a sexto año, los niños que tienen de diez años en adelante permanecen aquí en la escuela y se les dan talleres de carpintería, reciclaje, manualidades como elaboración de piñatas y lo que hacen es para venderlos y así se vayan haciendo una formación porque lo que más nos interesa que se puedan integrar a una vida laboral como cualquier persona”, mencionó.
Y una de las actividades favoritas de los alumnos más grandes es el trabajo en el huerto escolar, donde los niños siembran verduras y frutas y al sacar la cosecha hacen manojos o bolsas para vender.
Es así como las personas con capacidades diferentes cuentan con espacios designados a su desarrollo, dejando de lado sus limitantes y formándose oficios que les permiten integrarse a una vida productiva.




