Por todos lados se escucha la expresión: “Pobre Monreal, es otro de los muchos que han sido víctimas del autoritarismo que ejerce en MORENA, Andrés Manuel López Obrador”.
La historia, como madre de todas las ciencias, nos enseña que los autócratas, sí, esos que ejercen el gobierno como gerencia de una empresa particular, han sido y son tóxicos en el manejo gubernamental.
A lo largo y ancho del territorio nacional, observamos cómo Andrés Manuel designa candidatos a los cargos que le interesan de una manera vertical, sumaria y grosera. Así como se lee, el elige, designa e impone a su antojo.
Eso es grave para la democracia y peor para México.
La autocracia de Andrés Manuel provee un sistema absolutista, donde su voluntad se convierte en ley suprema. Vaya pues, concibe su autocracia, sometiendo al ciudadano de a pie, como diría Mario Benedetti, a sus deseos y mandatos, porque al final de cuentas, él nos da a entender que es dueño de la franquicia llamada MORENA.
Las huestes de ese partido, se vanaglorian que en las múltiples encuestas que vemos en los medios de comunicación, ubican a AMLO en los primeros lugares. Claro, no comentan u olvidan o dejan a un lado, el hecho que el dueño de la franquicia va solo, sin opositor enfrente y que trae más de una década en campaña. También soslayan que según la mercadotecnia política, ya no va a crecer, es decir, llegó a su máximo como candidato.
Claro que se corre el riesgo que AMLO pueda ser electo, porque ya se ha dicho, el pueblo también se equivoca cuando de elegir se trata.
Luego entonces, se me viene a la mente el caso de un ex presidente de los Estados Unidos, de los principios del siglo pasado, John Calvin Coolidge de origen inminentemente rural, que dijo que “sería una necedad pretender que el pueblo no pueda cometer errores políticos. Puede cometerlos y graves. El pueblo lo sabe y paga las consecuencias, pero comparados con los errores que han sido cometidos por cualquier género de autocracia, estos carecen de
importancia”.
Vaya, lo que está pasando en el hermano país de Venezuela constata esta afirmación.
El jefe delegacional en la Cuauhtémoc de la Ciudad de México, Ricardo Monreal es fundador del partido MORENA. El pensó, como muchos llegaron a pensar que esa condición lo ponía en plataforma para poder contender por la jefatura de la ciudad de México, mediante un proceso democrático, que todos los aspirantes quedaron en respetar.
Sólo que se le olvidó que Andrés Manuel manda y manda absolutamente en MORENA y que no permite que alguien pueda hacerle sombra. Esa es una de las características de los dictadores.
Entonces, con la desfachatez que lo caracteriza, AMLO le hace una encuesta a modo para descalificarlo sin que le importe.
Todo esto me lleva a reflexionar que AMLO sufre el “Síndrome Dunning-Kruger“, esa desviación de algunos con pocos conocimientos o habilidades que se imaginan ser superiores a cualquier adversario y peor aún, se consideran más preparados e inteligentes que ningún otro. Claro, en su imaginario personal, se equivocan al medir las capacidades de los demás.
Me resisto a pensar que don Ricardo Monreal actuó con suma inocencia al creer en su amigo AMLO, a quien dice respetar y admirar, pero también me imagino que le ha de doler no ser correspondido.
Sí, sin duda que eso le duele.
Como le ha dolido a muchos otros que han sido víctimas de la personalidad del tabasqueño.
Todavía se recuerda el caso de “Juanito” el hombre modesto de la delegación de Iztapalapa que ganó la elección en esa delegación y fue “arreglado” para dejar que otra ejerciera el poder. Uno no deja de expresar: “pobre Juanito”.
Tal y como ahora escuchamos que mucha gente dice: “pobre Monreal”.




