+ Dos candidaturas presidenciales peligran con la alianza PAN-PRD-PRI
+ En octubre podría ‘destaparse’ al abanderado tricolor, según ofrecieron
+ Una indiscreción o patinazo, podría eliminar de tajo anhelos sucesorios
+ In(ter)dependencia lleva al señor de Los Pinos a humillarse ante Trump
Los aspirantes a la candidatura presidencial priista y por supuesto los del membrete albiceleste –aquí no cuentan los perredistas– darían cualquier cosa por saber hacia dónde se inclinaría la balanza si acaso sus jefes en verdad acordaran jugar juntos contra Andrés Manuel López Obrador.
De ahí entonces, que no deba confundirse la pasividad momentánea con la disciplina, pues ninguno de los tres organismos, convencido estoy, le otorgaría a los otros su apoyo irrestricto a cambio de nada.
Es decir, los tres se aprestan a vender cara esta probable alianza.
Más cuando su fingida quietud no se da pa’ privilegiar la democracia partidista.
Nada de eso, sino derivada de un trance que desespera, donde para nada cuenta la cohesión ciudadana, sino los intereses de grupos.
Tan es así que los altos mandos de los tres membretes y únicos con cuadros competitivos, han llamado a la unidad, en torno a sus decisiones cupulares, que habrán de tomar en los próximos días.
En Acción Nacional, su método selectivo será la designación directa; y por parte de los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y De la Revolución Democrática (PRD) una convención de delegados, para disfrazar (igual) el dedazo.
Así lo entienden todos y cada uno de los aspirantes, pero mucho les inquieta que ninguno de los tres partidos haga planteamientos serios, del Frente Opositor encaminado a acabar con el mentado ‘Peje’.
Por eso refiero que hay calma chicha en cuanto al tema, aun cuando el viernes próximo se pondrá en marcha el proceso electoral 2017-18.
Destape en puerta
Durante su más reciente encuentro con el priismo nacional (y la prensa), Enrique Ochoa Reza dejó establecido que la unidad será el principio para elegir candidato presidencial, por lo que sería en octubre próximo cuando se den señales del ‘destape’ formal y/o línea.
De ahí la necesidad de que los aspirantes por fin entiendan que no es agitando las aguas como lograrían la nominación en juego, pues el alto mando político del país ofrece la impresión de ya haber determinado la candidatura que se irá ventilando (públicamente) en cuanto se ponga en marcha el proceso electoral.
Y lo que más trata de evitar es, precisamente, el desbordamiento de pasiones.
Sin embargo, hay quienes seducidos por el canto de las sirenas animan en lo oscurito la promoción de sus figuras.
Ellos deslizan conjeturas sin comprender que lejos de fortalecer su imagen lo único que provocan es poner en entredicho su participación en la justa selectiva.
La falta de sensibilidad política en ellos, ha sido una constante. Igual que la imprudencia y la emisión de presunciones a la ligera, por lo que es indispensable que el dirigente tome cartas en el asunto y de una vez por todas les haga saber que en el proceso selectivo, por salud del mismo partido, ningún aspirante puede ni debe manejarse por ‘la libre’, so pena de ser marginados del proceso interpartidista, en que habrá de definirse la identidad de su candidato.
Esto quiere decir que todos, absolutamente todos los pretendientes, están obligados a conducirse en una misma línea, a menos que en el fondo su compromiso sea con otros personajes (ajenos al señor de Los Pinos) y con proyectos políticos distintos al que hoy los encarama… y, por cierto, al que son desleales.
La disciplina, bien lo sabemos, en cualquier actividad es necesaria para alcanzar el éxito; y no es jugándole las contras al jefe queriendo ‘madrugar’ o navegando por rutas distintas como se llega a buen puerto, sino atendiendo las directrices del timonel.
Prudencia necesaria
Esta recomendación surge porque ahora, que el futurismo está en todo su apogeo y cuando los diagnósticos señalan la necesidad inmediata de implementar estrategias acordes a la realidad, el conjunto de aspirantes a senadores, diputados federales o alcaldes, bien harían en cerrar la boca (sobre lo que viene), a fin de que los ‘destapes’ se den bajo el principio real de unidad y concordia partidistas.
Usted, como el que esto escribe, sabemos que hay personajes de altos vuelos que podrían argumentar tener las mejores intenciones de cumplir a cabalidad esta recomendación hecha con anterioridad por los dirigentes partidistas, pero su conducta los delata porque equivocan el procedimiento en tanto que primero apuestan a su promoción futura y luego al ejercicio de sus obligaciones.
Eso está visto y comprobado.
Además les debe quedar muy en claro que ellos están para resolver problemas y no para crearlos; y que la línea política la marca el señor de Los Pinos, en tanto que ellos están obligados a llevarla a los hechos con estrategias adecuadas.
Por tanto, mucho valdría la pena que los acelerados frenaran sus elucubraciones hasta que los altos mandos centralistas de cada partido, no las dirigencias estatales, enfrente este galimatías.
Supuestamente ellas sí saben que las candidaturas se darán en su momento.
No antes ni después, y que éstas son parte de un proceso que hay que manejar en forma gradual, por ser la manera más eficaz de foguear, promocionar e
impulsar a los futuros legisladores y presidentes municipales.
Juego sucio
El juego sucio es característica inherente de los políticos que no pueden justificar, con trabajo propio, sus méritos para acceder a las candidaturas que estarán en juego.
Por eso gustan soltar rumores a la prensa que no alcanzan su cometido merced a la ligereza de los planteamientos –la mayoría de las veces–, o porque el receptor, por convicción propia, se rehúsa a magnificar supuestos que en nada contribuyen a la objetividad periodística y sí, por el contrario, a la real
pérdida de credibilidad tanto de él como de la prensa en su conjunto.
Lo anterior viene a colación porque (en las últimas fechas) algunos periodistas hemos sido bombardeados con información que refiere ciertos deslices en la vida privada de algunos aspirantes a presidentes municipales y legisladores federales, sin que los autores de la embestida se atrevan a dar la cara; ya por cobardía, o, como ellos argumentan, en el anonimato, ‘por razones obvias’.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, es muy clara al consignar que la libertad de expresión debe respetarse siempre y cuando no atente contra la vida privada de los individuos, pero hay quienes arguyen que un político no tiene vida privada, en clara alusión a su afán de ganar espacios a través de noticias escandalosas, con las que intentan lograr popularidad entre la opinión pública.
En lo sucesivo y hasta la víspera de la contienda comicial del año próximo, seguramente arreciarán los golpes bajos que refieran el mal comportamiento de fulano, zutano o mengano (en su vida privada), sin que nada ni nadie pueda frenarlos aun cuando se tratare de simples especulaciones, porque igual que los periodistas éticos existen vividores del oficio que en el chantaje y la extorsión encuentran su modus vivendi.
Por lo que respecta a la prensa profesional –los lectores bien que la ubican–, ésta difícilmente haría eco a la infamia, a la diatriba, o, en su caso, a la reproducción de versiones que no le constaran.
Pero eso es harina de otro costal; y de ello hablaré en futuras colaboraciones, pues hoy me ocupa simplemente la necesidad de aclarar que no soy, ni pretendo ser, repetidor de especulaciones ni mucho menos tengo interés en entrometerme en lo que no me importa. O sea, en la vida privada de los aspirantes.
Lamentablemente muchos de los aludidos han caído en el juego de sus pares y están más ocupados en querer curarse en salud, que en las contiendas interpartidistas, pese a que las definiciones se darían en días previos al inicio de las precampañas (allá por enero) para no perder más tiempo.
Subordinación
Y han transcurrido más de dos siglos de haberse proclamado la lucha independentista –que permitió al pueblo mexicano sacudirse el yugo opresivo de los españoles y construir una República–, pero todavía no se alcanzan los objetivos superiores que permitan a México destacar en el concierto continental e
internacional como un país libre y soberano.
La tarea de ningún modo es sencilla, dada la hegemonía que establecen las naciones cuyas economías imponen y marcan el crecimiento y desarrollo de manera planetaria, subordinando a los países menos desarrollados y pobres.
En el contexto de la globalización y dada la cercanía de México con los Estados Unidos de Norteamérica, el concepto de independencia pasa a ser un asunto que nos remite a la historia y los héroes –sólo eso, en estricto apego a la verdad–, aunque existe la legítima aspiración de sobresalir y dejar de ser un país del tercer mundo, como es la aspiración de todos los mexicanos bien nacidos.
En el plano internacional, el término de moda es interdependencia. Y esa misma expresión alude las múltiples y variadas relaciones establecidas de manera necesaria con los vecinos cercanos y lejanos, en aras de una conveniencia mutua.
También existe una serie de mecanismos e instituciones que se han consolidado en la nueva era de la globalización y están al servicio de las naciones ricas. Por ejemplo el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Estos organismos siempre marcan la pauta a seguir. Y son el brazo diplomático de la fuerza imperial.
La otra cara es la intervención abierta.
Sometimiento
México, no obstante haber diversificado sus relaciones con las naciones del orbe a o largo de su historia, sigue moviéndose en la órbita estadounidense.
Su condición de país subordinado propicia que los ‘americanos’ insistan en apropiarse de nuestros recursos naturales, merced a su voracidad, a la vez que incrementan su influencia sobre diversas áreas de la vida nacional.
No se puede negar que el mexicano es un pueblo dependiente de los vecinos del norte en tecnología, inversión y comercio.
De igual manera estamos subordinados en lo que respecta a las importaciones de nuestros productos primarios, pues allende el río Bravo determinan qué, cuándo y cómo vendernos insumos.
Es demuestra que la balanza comercia es a favor, en mucho, de los gringos.
Lo peor del caso es que la usura internacional y algunos políticos de la Unión Americana, como Donald John Trump, ya exhibieron la tentación de querer intervenir en asuntos de política interna y exterior –además de participar en el reparto del petróleo y/o sus dividendos–, con el pretexto de la defensa de sus intereses, arrogándose así la facultad de ser árbitros de la democracia y la libertad en cualquier parte del mundo.
Es algo que no toleramos los mexicanos, pese a las innegables diferencias que existen entre las fuerzas políticas que se mueven al interior del país y en más de una ocasión han amenazado la estabilidad social y política, pese al profundo daño que hacen al país con sus constantes escaramuzas.
Conjuntamente y en lo particular, coincidimos en defender lo que generaciones anteriores nos legaron para darle sentido al vocablo independencia.
Es decir, con todo y los tropiezos que tenemos y las evidentes carencias que impiden un justo desarrollo a nivel nacional, al momento en que se percibe en riesgo la soberanía, la paz y la libertad, las diferencias internas se atenúan y se antepone el interés superior de México.
Tampoco se puede soslayar el hecho de que en casa tenemos fuerzas retrógradas que trabajan denodadamente para entregar la plaza a intereses externos.
Afortunadamente son una minoría de apátridas que no han podido contaminar la gran mayoría de los mexicanos, mientras en Gobierno Federal exhibe un claro entreguismo hacia su par del otro lado.
Aún así, en su penúltimo informe de labores, Enrique Peña Nieto dice que se ha avanzado.
¡Bah!
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