Vivimos en la pantalla de televisión y los celulares, la secuela de terribles vientos que se enroscan como poderosos candados que ahorcan
pueblos, ciudades y naciones como si fueran construidas de papel y cartón.
El Ojo de estos monstruos del cielo y tierra es capaz de hundirse en los confines del mundo y desfilar en sus alegorías de muerte y destrucción por los mares y tierras del orbe.
Son los gladiadores del bien y del mal que se mueven sigilosamente hasta arremeter con sus orlas mortales sobre espléndidas ciudades y pintorescos pueblos.
«Irma», «Katia» y «José», van al baile con su vestuario mortífero y sus enormes brazos se ondulan para lanzar sus lenguas de sal sin clemencia sobre los pobres y los ricos. Cuba, Las Bermudas, Puerto Rico y La Florida, pueden estar este domingo en sus cauces de locura.
Los vientos crean tempestades. Los seres humanos hemos sembrado vientos y recogemos tempestades.
Los cambios climatológicos provocados por la avaricia y la ambición del mundo industrial.
Dios nos condena. Estamos envueltos en tempestades.
Y pagamos justos por pecadores. En México hemos sembrado vientos de corrupción, rencor y descaro de políticos sinvergüenzas, gobernantes hipócritas, ratas de viento y tierra que nos han robado la tranquilidad en la panza y el bolsillo. Estas tormentas azotan cada año.
