CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- La necesidad impulsó a Juan Marroquín Martínez a emprender un negocio familiar de comida típica de la región, su sabor inconfundible, buen servicio y atención de excelencia, ha sido la clave para que la taquería ‘El Colega’ se colocara en el gusto y la preferencia de los victorenses desde 1977.
“Iniciamos primero vendiendo fruta, luego doraditos y luego gorditas, la necesidad fue la que nos impulsó, hay que trabajar, empezamos a crecer vendiendo una cosa y luego otra y así… por eso es un puesto familiar. Aquí están mis hijos trabajando, seguimos teniendo trabajo todos, la satisfacción que me da es que de aquí me he mantenido y a mi familia también”, externó Juan Marroquín Martínez, propietario de la taquería.
Con sólo 27 años de edad el señor Juan decidió que tenía que abrirse camino con un trabajo que le permitiera sacar adelante a sus ocho hijos y a su esposa, en el que colaborando todos pudieran llegar a tener un sólido negocio familiar, donde ahora han incursionado también sus nietos.
Pero el éxito del negocio no ha sido fortuito, pues trabajan duro todo los días para mantenerse, el señor Juan inicia su jornada laboral desde las cinco de la mañana, para terminar a las cuatro de la tarde aproximadamente y así brindar a su clientela alimentos frescos, cocinados al día.
Y es así como las migadas, sopes, taquitos y los tradicionales doraditos de papa y carne, han sido el almuerzo de estudiantes, empleados de gobierno y demás transeúntes que con sólo pasar por el lugar detienen su andar por el exquisito olor que despiden sus inigualables guisos, que son cocinados por la esposa del señor Juan: deshebrada, chicharrón en salsa verde, barbacoa, cabeza de puerco, huevo con chile y papa con chile. Los taquitos van acompañados de queso, frijoles, aguacate y repollo, según el gusto. Y apoyando a la economía local mantienen precios bajos, que van desde los cuatro hasta los diez pesos.
Además de su exquisito sazón, ‘los taquitos del 17 Bravo’, como algunos llaman a la taquería ‘El Colega’, manejan limpieza y orden en su negocio, todos los trabajadores que están al frente de la parrilla portan mandil y cofia, y asean constante las mesas y la barra de alimentos.
“En aquellos años (década de los 80’s) los que estudiaban ahora son adultos y vienen con su familia, los que eran estudiantes de primaria por decirlo así, unos desde el kínder, ahora ya se matrimoniaron y vienen con su familia a parte me dicen: ‘oye nosotros ya nos casamos y tu sigues aquí, eres re’ terco para trabajar’; pero todavía por dentro yo sigo chavo”, recordó Juan Marroquín.
Para don Juan es una gran satisfacción perdurar por cuatro décadas como un negocio de tradición en la localidad, por eso recuerda con nostalgia a sus primeros clientes, que siendo niños se deleitaban con su inconfundible sazón y ahora lo comparten con sus hijos y nietos.




