6 diciembre, 2025

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Hace 62 años Tampico estaba bajo el agua

Han pasado 62 años desde que el Huracán “Hilda” devastó el sur de Tamaulipas y otras poblaciones de la zona Huasteca, una tragedia que aún duele en la memoria colectiva del puerto

TAMPICO, Tamaulipas.- Cinco, seis, siete minutos es el tiempo que puede tardar el agua en tapar por completo una casa. Ese dato -difícil de creer- lo aprendieron los habitantes de Tampico cuando el Tamesí y el Pánuco desbordaron sus caudales sobre miles de hogares.

Cuando despertaron aquel 19 de septiembre de 1955, su ciudad ya no era la misma. Tampoco tantos otros poblados de la Huasteca que para ese momento sufrían la furia de “Hilda”.

Un pedazo de tierra acostumbrado a los embates de la naturaleza, pero que no estaba preparado para la magnitud de la tragedia que estaban por vivir.

“El río llevaba pedazos de casas, animales, personas muertas”, recuerda entre sollozos María Lara Fernández, una mujer que rebasa los ochenta años y a la que todavía le cuesta visitar los recuerdos de la inundación más grave de la que se tenga memoria en Tamaulipas, y de la que ni siquiera se conoce una cifra certera de fallecidos.

Fueron miles a lo largo de la Huasteca, coinciden investigadores.

Su barrio, El Cascajal, fue uno de los primeros en anegarse.

Describe la escena con nitidez, despojada de sentimentalismo. Fue el instinto de supervivencia y no otra cosa lo que movió a sus vecinos, a sus padres, a tantos tampiqueños, a buscar tierras más altas.

“Todavía no amanecía y ya el agua estaba muy arriba, mis papás nos despertaron a mis hermanos y nos llevaron a la Plaza, ahí ya había mucha gente”.

No muy lejos de ahí, el viejo Hospital Carlos Canseco se convirtió en centro de operaciones para las labores de rescate. Sus pasillos pronto se llenaron de heridos y el personal ya no se daba abasto.

Afuera se improvisaron carpas y camillas para atender a más personas.

A un costado, por las mañanas se agolpaban decenas de cuerpos rescatados de la inundación. Después los soldados los llevaban a los anfiteatros donde comenzaba el desfile de familiares en busca de los suyos.

“Qué horror, cuando salimos a la calle, heridos por todos lados, personas aplastadas”, narra Rosa María Guerrero, que por aquellos años habitaba también en la zona baja del puerto.

Hubo quienes al desconfiar de la fuerza de sus casas, decidieron pasar la noche en un hotel. Pero la naturaleza no perdonó a nadie.

“No pasó mucho tiempo cuando escuchamos cómo reventaban los vidrios de las habitaciones y se desplomó un vitral muy grande en la entrada”, narra Fernando Alonso, quien siendo un niño pasó la madrugada del 19 de septiembre en los pasillos del Hotel Imperial.

“A pesar de que Tampico ya era una ciudad rica para ese tiempo, pues en el centro había edificios y casas grandes, te puedo asegurar que gran parte de la población tenían sus casas de madera o con techo de palma, sobre todo en la periferia de la ciudad”, explica por su parte don Andrés García García.

“Hilda” se ensañó con la gente que habitaba en la desembocadura del Pánuco, la del Tamesí, el sistema lagunario.

De Congregación Anáhuac, poblado ubicado del lado veracruzano, no quedaron sino cinco casas en pie. Los diarios de la época la calificaban como una población “arrasada”. Lo mismo ocurrió en rancherías, pueblos y comunidades que desaparecieron por completo.

Si en la mancha urbana de Tampico las estimaciones de fallecimientos rondan los 3 mil muertos, en toda la región Huasteca la cifra sube hasta 12 mil.

“Una ola gigantesca entró no sé por donde, a un metro de altura y arrastró todo lo que había en los cuartos, tumbó las puertas y salió, y todo eso se fue,
no nos llevó a nosotros porque nos agarramos de lo que tenía más fuerza, si no, nos hubiera llevado”, recuerda la señora Guerrero.

Tras el paso de “Hilda”, estaban destruidas las instalaciones portuarias y buena parte de la ciudad ya estaba bajo el agua. La verdadera odisea, el drama de miles de familias, estaba por comenzar.

Aunque el puerto estaba incomunicado, el resto del mundo comenzaba a conocer la magnitud de lo sucedido. Desde Brownsville llegó la primer ayuda internacional, a través de la Cruz Roja Norteamericana: apenas dos helicópteros con víveres y medicinas.

Pero ese viaje sirvió para que los tripulantes estadounidenses reportaran a sus suficientes que lo que se vivía en Tampico era una tragedia nunca antes vista.

Para ese momento, los tres niveles de gobierno ya estaban rebasados; los damnificados se multiplicaban todos los días y no había corporación que se diera abasto para atenderlos. Pronto empezaron a escasear los alimentos, el agua potable, las medicinas.

Hasta Tampico llegaron cientos de sobrevivientes de las poblaciones aledañas. Llegaban cargando historias desgarradoras, como el de una profesora rural del municipio de Pánuco que vio cómo el agua devastó las comunidades en las que trabajaba: El Caracol, El Barco y Periquillo.

“No me siento bien, se me olvidan de pronto las cosas; oigo o me parece oír el estruendo horrible de la tormenta. Cierro los ojos y veo el agua que nos rodea hincharse, elevarse hasta el cielo”, contaba al diario El Mundo. Arribó al sur de Tamaulipas para refugiarse, pero también para reportarle al Ejército que atrás había dejado un territorio destruido donde había decenas de muertos.

Tras el primer viaje de la Cruz Roja de Estados Unidos, llegó el grueso de la ayuda norteamericana. Un gesto que todavía no olvidan los tampiqueños que vivieron aquel drama: la “operación amistad”.

Desde Estados Unidos arribó a Tampico el portaaviones USS Saipan y dos aviones Curtiss C-46 cargados con 15 toneladas de alimentos, agua y medicinas.
Después arribó el Capitán Costello, comandando a 143 marines y pilotos, tres aviones de carga y diez helicópteros.

Provenientes de Harlingen, los aviones aterrizaban en el aeropuerto de Tampico, y los helicópteros repartían los víveres en las zonas más afectadas.

Los continuos viajes pronto hicieron evidente que la ayuda era insuficiente. Desde Estados Unidos se autorizó entonces el envío de 83 toneladas de comida y medicamentos, además de dos hospitales móviles, 11 doctores navales, 21 paramédicos y 14 helicópteros más.

En el portaaviones llegaron 1,500 elementos que protagonizaron la intervención militar pacífica más grande en la historia de México y que de algún modo ayudaron a que Tampico y sus alrededores superaran el trance.

Pasaron meses para que poco a poco se recuperara la normalidad, no así la tranquilidad: la historia de los tampiqueños había cambiado para siempre.

*Crónica basada en testimonios e investigación del documental Memoria Líquida, escrito y dirigido por Emmanuel Martínez Zamorano.

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