Asignar un nombre a algo o a alguien nos permite identificarlo, de esta manera al darle un sentido fonético al vocablo designado a la persona, animal o cosa, lo diferenciamos y nos permite distinguirlo uno del otro.
Así se le asigna nombre a todo y a todos, pero es necesario reconocer que en ocasiones la misma costumbre y la gente que hace uso de las tradiciones, le ubica los nombres de acuerdo a leyendas, anécdotas, hechos históricos o personajes cuyos dones sobresalen a los demás.
Ha habido muchos gobernantes o personajes del ámbito político partidista que han sido proclives a cambiar los nombres, pero destaco algunos que en lo particular me han impresionado:
Una vez que el Archiduque Maximiliano de Habsburgo es fusilado en el Cerro de las Campanas, en la ciudad de Querétaro, el famoso Paseo del Emperador es sustituido por el de “Paseo Degollado” en honor a Santos Degollado, amigo muy querido de Benito Juárez. A la muerte del Benemérito, se le designa el de “Paseo de la Reforma”, para honrar la implantación de las leyes seculares promovidas por Juárez, vencido el poderoso ejército francés y sometido a la iglesia al imperio de la autoridad civil. Bueno, al menos como enunciado.
Algo que destacó en la época del presidente José López Portillo, fue que el Regente de la Ciudad de México en esos años, el profesor Carlos Hank González, le modificara el nombre a la avenida San Juan de Letrán y Niño Perdido, por el de Eje Central “Lázaro Cárdenas”. En verdad, la sociedad metropolitana de esos años nunca entendió el porqué, pero como la autoridad a nadie le tomó parecer, así se quedó, Ya después corrió el rumor que el régimen quiso quedar bien con el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas.
Vale la pena comentar que los ejes viales desarrollados en ese mismo sexenio, también enterraron los nombres de tantas avenidas que le daban identidad a la entidad sede de los poderes federales. Suena frío, pero la denominación actual que sustituyeron a ciertos personajes de la historia nacional, en nada abonaron al civismo.
También en la era del ex presidente José López Portillo (QEPD), la ex senadora Silvia Hernández le dio por efectuar cambios de denominación a ciertas instituciones que tuvo la oportunidad de dirigir. Por ejemplo, al tradicional “INJUVE”, (Instituto Nacional de la Juventud Mexicana), lo cambió a CREA (Consejo Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud). Su vigencia fue efímera y después desapareció sin dejar rastro. A los pocos años le dieron la oportunidad de liderar la CNOP, (Confederación Nacional de Organizaciones Populares) y su proclividad a cambiar nombres, le llevó a transformarla por “UNE”. Nunca se supo lo que las siglas significaban. Como en el caso del CREA. A los pocos años, la UNE de doña Silvia desapareció y volvió al antiguo nombre.
Es impresionante cómo la capital del país cambió recientemente de nombre, de Distrito Federal a Ciudad de México. El Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera piensa que pasará a la historia como el gran transformador.
El señor Mancera insiste en dejar huella, más por lo superfluo que por lo verdaderamente importante.
En el ámbito partidista, en los años 30’s del siglo pasado destaca el cambio de nombre del Partido Nacional Revolucionario (PNR) a Partido de la Revolución Mexicana (PRM) para finalmente quedar como Partido Revolucionario Institucional (PRI). El Partido Comunista de México (PCM) cambió a Partido Socialista Unificado de México (PSUM), para terminar en lo que queda del Partido de la Revolución Democrática (PRD) o del Partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). En verdad ya no se sabe quién recogió los residuos de la gente ni de los conceptos comunistas ni socialistas de los 70’s del siglo XX.
El Lic. Luis Donaldo Colosio (QEPD) tampoco se resistió a la idea de cambiar nombres y decidió mutar la denominación del tradicional órgano de análisis y estudios del PRI, IEPES (Instituto Estudios Políticos Económicos y Sociales) por el de Fundación Siglo XXI. Ya después de su muerte, le agregaron su mismo nombre. Ahora se le conoce como “Fundación Colosio”, lo de siglo XXI quedó en el olvido.
Martha Sahagún de Fox, ejerciendo todo el amplio poder de ser la esposa del Presidente de la República, le cambió el nombre a la “Rotonda de los hombres ilustres” por el de “Rotonda de las personas ilustres”. Bueno, la ilustre señora pensó que de esa manera, los mexicanos le estaríamos eternamente agradecidos.
Vaya que hay decisiones intrascendentes…