CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- La “plaza del ocho” toma diferentes matices a lo largo del día: por las mañanas los viene-viene se funden en el paisaje con los trabajadores de la UAT, los que barren las calles, los chavos de las arañas y los empleados de las supertiendas, mercerías, zapaterías y demás changarros.
Pero por la tarde y noche el suelo se reparte entre los ahijados de Santa Cecilia: los músicos. Fara Faras y Mariachis se apostan sobre el mosaico recreando una pequeña Plaza Garibaldi versión victorense.
Ahí, en una de las bancas municipales se encuentran Don Praxedis y Don Berna, quienes desde hace 17 años le tunden al bajo sexto y a la ‘caja de mejorales’, es decir al acordeón.
A decir de Don Berna, la chamba es poca en comparación con hace años:
“Los karaokes nos dieron pa’bajo… pero en la chaviza… los que llevan fara fara los señores grandes ellos siguen llevando música”.
Aunado a eso, el fenómeno reciente, la euforia por comprar ‘las bocinitas’ ha quitado público a los fara fara en modo “contrabando hormiga”.
La plaza no luce como en otros años: hace una década había entre catorce y quince agrupaciones y al menos cincuenta músicos “haciendo chamorro” con sus ‘ires y venires’ en los andadores esperando a los clientes en busca de pachanga. Hoy sólo quedan cuatro conjuntos, incluyendo un mariachi.
En la actualidad prefieren ofrecer su talento vía redes sociales en grupos de ventas.
Otros más se han adelantado en el camino y al parecer a las nuevas generaciones no les atrae mucho el negocio de la música. La mayoría de los que se hallan en este momento ya andan en los cincuenta y sesenta años. Algunos incluso son mayores, pero ahí siguen.
Lo bueno que los frillazos los han perdonado, pues ha habido ocasiones en que el termómetro ha bajado hasta cinco grados bajo cero y aun así no se rajan en ofrecer sus servicios.
Sin embargo ya corren los ‘primeros de diciembre’ y hasta calor se siente.
Aún así la clientela escasea cada vez más.
Don Berna recuerda con nostalgia el tiempo en que se quedaban hasta las dos o tres de la mañana, pero ahora solo están poco más allá de medianoche “brincando las 12, si hubo, hubo y si no ya mejor nos retiramos” comenta.
Además las situaciones de riesgo realmente los tienen ‘escamados’. Hubo una ocasión que se soltó ‘la pelotera’ y como medida de protección fueron acuartelados en el Hotel Sierra Gorda por orden de los militares, para resguardarse de los hechos violentos que ocurrieron en ese lugar.
“Al montón de músicos los encerraron en el hotel y cuando estaba el desmadre pedían que los dejaran ir pero el soldado les decía ¡No no a la chingada! ¡ahí quédense anda el desmadre afuera!… y dicen que después de un rato los dejaron salir pero que se subieran a sus carros y se fueran de volada”.
Los músicos relatan este tipo de situaciones con un poco de nerviosismo y a la vez de guasa pues situaciones de este tipo pueden ser muy peligrosas y a la vez “agüitan” el negocio, pero es mejor resguardarse y si es necesario retirarse del lugar. “Es mejor dejar un rastro de cagada y no un rastro de sangre”, dicen y estallan las carcajadas.
Don Berna se dedica únicamente a la música, pero Don Praxedis es también electricista en el horario diurno y a veces se le complica con el horario.
“El que ya no circula es el Chal Ramírez” comenta Don Praxedis “ya está muy malito, lo fuimos a ver varios compañeros y no, ya no se levanta”.
“Ya pasa de los noventa el Chal”, dice con tristeza Don Berna.
Don Berna y Don Praxedis sólo trabajan en horario nocturno, pues si chambean de día en restaurantes o bares para cuando llegan a la plaza del Ocho ya llegan muy cansados.
Esta vez la quincena que abre el mejor mes para los músicos cayó en fin de semana. Pero tristemente para los fara fara “no cayó gran cosa”.
Y es aún más difícil para quienes integran un mariachi. Ellos tienen que usar un vehículo de grandes dimensiones y por consiguiente cobrar una tarifa más alta.
“Cobran a tres mil pesos la hora y una serenata de 5 canciones no sale en menos en 2 mil ochocientos pesos, como son un chingo de cabrones les vienen quedando como 250 pesos… nos sale más a nosotros que al mariachi”, dicen.
Hace algunos años hubo un renacer de la música norteña cuando el grupo Pesado grabó canciones en vivo de Los Alegres de Terán, Los Gavilanes, los Invasores y los Rancheritos del Topo Chico. Esto le dio un respiro al género y con ello nuevos clientes a estas agrupaciones.
La plática se pone amena pero aquí no todo es felicidad. Ha habido ocasiones en que les han dejado sin su paga o que los que los contrataron simplemente se hicieron ojo de hormiga. Otras veces les han pagado con cheques post fechados.
Aunque los músicos han tenido sus diferencias suelen llevarse bien y casi nunca han llegado a los golpes, de hecho cuando a alguno se le olvida uno de sus instrumentos en algún rincón, los demás lo recogen y se lo entregan el día siguiente.
La acera que da a la calle ocho está dividida en cuatro lugares consecutivos en los cuales se va posicionando cada agrupación para atender a los clientes que llegan a contratar músicos.
Don Berna cuenta una anécdota que en sus palabras resulta muy “chusca”:
“Llega una camioneta y se para ahí y nos pregunta si podemos llevar serenata al panteón del Cero Morelos, y aceptamos, pero al llegar estaba bajo llave y nos tuvimos que volar la barda con todo y tololoche… y ahí andábamos buscando la tumba a oscuras entre el monte.
Por fin la encontramos, y nos pusimos a tocar, y al final tuvimos que salir por una puerta trasera.
Luego esa persona que nos contrató nos volvió a contratar para tocar en el Panteón del Refugio. Ahí también tuvimos que arreglárnosla para ingresar y ahí estábamos tocando en la oscuridad a otro muertito. Total nos pagaron y regresamos a la plaza.
Un rato más llegó otro y nos pidió otra serenata… ¡en el cementerio del Cero Morelos! ¡Y en la misma tumba!… luego esos mismos clientes nos volvieron a pedir otra serenata ¡nuevamente en el panteón del Refugio! Total que recorrimos los dos panteones, dos veces en la misma noche y en las mismas tumbas…los que nos contrataron eran unas personas de Reynosa”.
Los posibles clientes se acercan a preguntar tarifas. Algunos regatean pero los fara fara son firmes en la negociación: 750 pesos la hora si contrata duo (bajo sexto y acordeón) y mil pesos si contrata a tres integrantes (si agrega el tololoche).
Don Berna les entrega su tarjeta de presentación. Llegan más a preguntar y el caminante prefiere no “echar mosca” y dejarlos trabajar a gusto. Una agrupación ya fue contratada y el mariachi “ya traía tiro” desde la tarde.
Es temprano pero hay que dejar a los señores chambear, pues luego dicen que “trabajar en la cantada está de la chin…” suficiente Pata de perro… pero todo puede suceder el fin de semana y quincena en pleno diciembre.




