5 diciembre, 2025

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Y se hizo la ley…

Escenarios

Este jueves que acaba de pasar, me levanté de la cama más temprano que de costumbre con la firme intención de ir a la sede del Senado de la República a visitar a mi amigo de muchos años, el Senador Héctor Yunes Landa.

El viaje de la Colonia de Valle al edificio del Senado tiene que plantearse estratégicamente porque todo depende de la hora en que sales de tu casa para determinar la ruta a seguir.

Como tengo muchos años de no residir en Ciudad de México, tuve a bien hacer varias consultas por la vía telefónica a algunos amigos sobre la hora que debo salir de casa, el medio de transporte y la ruta a seguir. La mayoría opinó que es conveniente salir con hora y media de anticipación y tomar el Metrobús. Además, me sugirieron me bajara en la parada Reforma porque es la que queda más cerca del Senado. También me recomendaron cuidar mis pertenencias porque abundan los amantes de lo ajeno.

Una vez tomada la decisión, caminé 5 cuadras para llegar a la avenida de los Insurgentes, concretamente a nivel de la  estación Parque Hundido. El aire es frío, por lo que hay que usar chamarra gruesa para mitigar lo helado de la mañana, pero aun así los efectos de la contaminación empiezan a causar estragos en las vías respiratorias al tercer día de estar en la capital del país. La resequedad en las fosas nasales y la irritación en la garganta se manifiesta tosiendo con frecuencia.

Para fortuna de los usuarios de este transporte, el enorme vehículo pasa con frecuencia, siendo el costo de 6 pesos. Me da gusto comprobar que la gente ya aprendió que antes de entrar, primero hay que dejar salir. El vehículo llegó medio lleno y no alcancé a sentarme. Es curioso ver la habilidad de quienes lograron sentarse dormir durante el trayecto. Me pregunto cómo le harán para no pasarse de su destino final. La destreza de los choferes es asombrosa al acercar sin maltratar las unidades a la orilla de las estaciones.

Lleno de gusto por haber llegado sin haber sido asaltado, me bajé en la parada que me recomendaron y tal y como me lo sugirieron, caminé rumbo a la calle Madrid. Antes de llegar, me extrañó ver a muchas personas reunidas alrededor del Senado. Después me di cuenta que son manifestantes y que se quejan de la recién aprobada Ley de Seguridad Interior.

Pronto alcancé a ver mantas, volantes y cartelones que exigen se suprima esta ley. Caminé entre los manifestantes con cautela para acercarme a una valla metálica que obstruye el paso al Senado. Les dije que tenía cita con el Senador Yunes y el personal de seguridad me indicó que me dirigiera a la calle París. Le pregunté que si por esa calle me dejarían pasar y me contestaron que sí.

Caminé contento hacia donde me indicaron, pero me sorprendió que al llegar, hubiera más manifestantes con megáfonos gritando que: “con esa ley se va a militarizar el país y  que se vulnerarían los Derechos Humanos”. La cara de los que abren y cierran la valla de la calle París era de poco amigos y me dijeron que no podía pasar. Desesperado, llamé a la oficina del Senador y con mucha amabilidad me dijeron que mandarían a un colaborador de esa oficina por mí. Esperé un corto tiempo y de pronto reconozco a “Jorge”, quien pide a los de seguridad me dejen pasar y como por arte de magia, abrieron la reja. Con paso veloz, caminamos hacia el edificio, pero al llegar nos indicaron que por órdenes superiores se cancelaban las visitas.

Entonces decidí resignarme.

Caminando de regreso a la calle París, me acordé que en la clase de Teoría del Derecho que imparto en la Universidad de Monterrey, les comenté a mis alumnos que nunca olvidaran que “el derecho de uno, termina donde empieza el derecho del otro”. Les comenté también que si se respeta ese enunciado, la sociedad puede vivir mejor.

Pero al parecer, a los manifestantes no les importa el derecho de los demás.

Ni les importó que yo viniera desde la frontera norte del país, ni mi inalienable derecho de querer saludar a mi amigo Héctor Yunes Landa.

Muchos de los que vivimos en las ciudades fronterizas del norte del México, entendemos y aplaudimos la aprobación de la Ley de Seguridad Interior que la Cámara de Diputados aprobó hace unos días, misma que fue enviada al Senado de la República para su ratificación.

Todos entendemos que la tranquilidad es un anhelo muy apreciado por quienes vivimos en esas zonas.

Quizá si se pusieran en nuestros zapatos, los manifestantes nos pudieran entender mejor a quienes sólo deseamos vivir en paz.

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