Las palabras nos acercan al amor, nos acercan pero no nos dan el amor porque las palabras engañan. Dicen que “engatusan”no sé si quiere decir esto, que se encubren como felino.
El sentimiento es la epidermis de las palabras. Eso que los gringos llaman “feeling”, esa sensación que brota cuando hay empatía con la obra de arte o cuando acertamos con algo que nos gusta y damos ese calorcito invisible de las palabras amorosas.
El sentimiento nos une con la música y con el amor. El feeling está en el tacto, el tacto del habla, la lengua que explora con otra lengua como el instrumento duro de los pericos que golpetean cuando tocan y cantan.
La sensibilidad es mimética. Crea calor y frío ante los colores, mejor dicho, cuando visualmente se tocan y simplemente se tocan.
Las palabras tienen formas convencionales y formas que el dibujo ancestral corporal le ha dado. Es la garganta la que abre y explora. Los labios, la lengua, la apertura de la boca y la emoción. Sí la emoción con que éstas se trasmiten.
El amor emociona. Activa a las palabras desde el silencio para hacerlas sonar. Es el movimiento de lo casual y lo preconcebido.
Las palabras tiene forma y crean un lenguaje articulado. Los poetas dan orden o un desorden. Escriben en el aire, el camino aparentemente invisible.
Llevan camuflaje o son secretas. Son abiertas y frías y calurosas.
El amor es tangible. Pero el descaro puede ocultar al amor. El verdadero amor es un deseo de frente y se escucha en el corazón. Que es el oído de Dios.
¿Encontrar al amor?
Busquemos en estos días a quienes amamos.
Busquemos al amor.
Dios no es invisible si está en las palabras. No miméticas. Miren a los ojos. Por allí también entra el amor. El amor que busca y el amor que encuentra.




