Los días entumen con su capa gélida. Vaporizamos las palabras y damos de «brinquitos» mientras metemos nuestras manos a los bolsillos aleteando con las piernas y provocar calor. Los pies se entumen si no les damos movimiento y las manos se agitan y maquila el fuego para sobrevivir.
Días de diciembre contra la pared de la riqueza y la pobreza de los tiempos distintos en un solo país, Mexico.
Las inclemencias del tiempo destapan el hambre, el dolor y la angustia de los muchos mexicanos que aún acelerando las manos de calor sufren.
El frío retira la endeble piel de la justicia y deja ver la incapacidad de los servidores públicos por cumplir con los mandatos para una sociedad olvidada y en donde unos cuantos han generado calor para sus hinchados bolsillos.
Contemplamos en televisión las gesticulaciones de diputados y senadores en una ardiente defensa de la nueva Ley de Seguridad Interior que permitirá tarde o temprano la reprensión de causas sociales pretextando la seguridad interior.
El calor enciende a la política y las mentes de los Tres Tristes Tigres se calienta. Lucido Anaya, opaco Meade y ambiguo López Obrador.
Las manos se agitan, el país se calentará por la inercia del descontentoen la elecciones donde el PRI es la misma careta en el despeñadero de promesas, llenas de adjetivos, cacafonías, y metáforas fallidas y pendejadas.
El frío nos obliga a arrimarnos, a buscar lo quereres. Las manos buscan calor, irradian, son la esencial llama en el pecho, en la boca, en la espalda de un fuerte abrazo a los amigos, a la familia y a la mujer que se ama.
Las manos calientes en las piernas que arrancan los suspiros. La lengua de perico que invade de color al silencio.
Las manos cálidas de los amigos.
Las manos de memorias hermosas de papá y mamá que están en mi corazón. Las manos de mis hermanos, las primorosas manos de mis hijas, nietos y nietas en esta Navidad del Niño Dios que viene nuevamente a tocar nuestras manos para la Esperanza, para el amor de nuestra seguridad interior por la paz y la concordia.