No es el lugar para reflexionar sobre la obra plástica de Othón Castañeda García, por las limitaciones del espacio. Pero sí importante porque “Introspectiva”, se exhibe en la galería del CCT.
Ante todo, el espacio “invernadero”, que funde a toda obra de arte de nuestros días, no contemporáneo, de influyentes artistas en el mundo. Y quiero pensar en el deslinde de las obras artísticas posteriores a la explosión estética de Marcel Duschamps en el primer cuarto de siglo y mediados del Siglo XX. El arte se adecuó a una concepción estética a partir de las formas que demarcaban a la pintura realista de los finales del XVIII, XIX y principios del XX. Convenía a aspectos literarios, que poetas y escritores fraguaban como cambios y maneras de mirar el arte. Sin duda el mercado del arte después de la Segunda Guerra, inventó frivolidades, autocrítica ácida del ser humano y la desesperanza. El arte contemporáneo arranca dentro de ese medio siglo de soledades y descomposición humana.
El arte de finales de siglo XX, entrañado de esa descomposición en todas sus formas donde las artes se han integrado en una poética extraordinaria de teatro, poesía, pintura, cine, música, multimedia y arquitectura creando nuevos cuerpos de arte y visiones inverosímiles. Lo que algunos autores llaman “visión y arte en la biología de mirar”.
Nuevas emociones para nuevas propuestas donde la extensión corporal ha creado una multiplicación de las formas simbólicas del hedonismo visual y táctil. El “Fluxus”, esa combustión de expresiones estéticas del año sesenta es lo que más acerca a la comprensión del arte de hoy.
El arte se ha convertido en “objetos en tránsito”, de modo que las emociones se han trasladado a cualquier punto de la casa y la ciudad. Todo es arte a partir de este punto de vista.
La obra de Othón Castañeda tiene esos puntos visibles del Hedonismo táctil y visual, una prolongación de espacio interior y exterior y el “efecto invernadero”, en la medida que cubre y desata sobresaltos visuales. El objeto es mirado, y su espacio nos contiene al tocarlo y mirarlo, es el cuerpo, y sus fronteras. El devenir de las formas. Así vemos pequeños módulos totalmente eróticos, a semejanza de equipos de gimnasia, manubrios, volantes de automóvil o de teléfonos diseñados para el disfrute visual y táctil. “Objetos en tránsito”, objetos de anaqueles, soportes, tarimas, susceptibles de ser esculturas en las que el artista interviene para darles un fin estético, como objeto de arte.
Existe un poderoso mercado del arte que demanda estos objetos aparentemente suntuarios. Y es cierto que la estética de mercado se ha trasladado a la arquitectura como escultura en movimiento. Descubre una poética, un cuerpo diseñado para el disfrute de un público especializado, y de un público que siente a través de los impactos de las novedosas mercancías en el ciberespacio. El panorama es cuantioso, y no es fácil distinguir las cualidades de los objetos “entendibles” como objetos y obras de arte. Lo visual y lo táctil justifica los medios. El arte como el amor es casi imposible de describir hasta que se pierde. Lo sentimos en el bolsillo y el corazón. En el arte de nuestros días predomina el bolsillo, cuesta mucho, y el corazón poco puede elegir. Veremos el destino, si es que podemos vivir, lo que depara a este victorense internacional, Othón Castañeda Leglou.