El viernes por la noche se decidió Chiapas en Los Pinos. El presidente Enrique Peña Nieto recibió al gobernador Manuel Velasco y le dijo, palabras más, palabras menos, que el Partido Verde tendría que ir en alianza con el PRI, pero con una salvedad: el candidato sería tricolor. Velasco salió de Los Pinos con una mala noticia para él, el partido y probablemente el candidato presidencial José Antonio Meade. Él no quería que el Verde fuera en alianza, sino solo, para evitar que el partido fuera arrasado por Morena en las elecciones para gobernador en julio. Menos aún que el senador Roberto Albores Gleason fuera el designado desde el Centro, porque esta imposición romperá al Partido Verde en Chiapas y eleva las probabilidades de que Morena gane las elecciones para gobernador y para presidente.
Peña Nieto habló con Velasco después de conversar con el líder real del Partido Verde, Jorge Emilio González, quien llegó a Los Pinos con la encuesta que había mandado levantar para ver las posibilidades de los aspirantes. Albores Gleason encabezaba las preferencias entre priistas y verdes en la encuesta, a cuatro puntos del virtual candidato de Morena, Rutilio Escandón, que encabeza todas las mediciones. Otros estudios también daban a Albores Gleason como puntero entre los potenciales candidatos de esa alianza, pero los negativos que sumaba eran superiores al de todos sus adversarios, lo que lo convertían en el rival más débil frente a Escandón.
Esa variable no le importó ni a Peña Nieto ni a González, que fue a entregar Chiapas, bastión del Partido Verde, al PRI. La decisión original de Peña Nieto de ceder a Velasco la designación del candidato a gobernador y salvaguardar la alianza electoral en el séptimo estado con peso electoral del país, fue revertida. No fue un proceso natural. El coordinador de la campaña de Meade, Aurelio Nuño, apoyado por el líder del PRI, Enrique Ochoa, forzó la candidatura de Albores Gleason sin importar las evidencias de que la imposición fracturaría al partido en Chiapas y provocaría una implosión en el Partido Verde, con la posibilidad de que haya fuga hacia Morena.
Nuño, quien hacía tiempo que estaba construyendo la candidatura de Albores Gleason, con quien lo une una sólida amistad, persuadió al presidente. En marzo del año pasado se anticipó lo que vendría. En este espacio se publicó aquel mes que en la boda de Albores Gleason días antes, se había realizado un destape anticipado. Nuño, Ochoa, el ex secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el ex procurador, Raúl Cervantes, firmaron como testigos del novio en esa ceremonia donde acudieron una decena de gobernadores, dos secretarios de Estado y el líder del PRI en el Senado.
Albores Gleason es protegido del ex gobernador Juan Sabines, amigo de Peña Nieto, quien le perdonó una deuda superior a 40 mil millones de pesos en el estado, y lo nombró cónsul en Orlando. La apuesta por Albores Gleason, se apuntó, era por un modelo autócrata, represivo y despilfarrador, como fue el gobierno de Sabines. Sabines fue precursor de los abusos que cometieron otros gobernadores peñistas, y pensar en su delfín como candidato, era creer que la vieja forma de hacer campañas, distribuyendo dinero a través de programas sociales, cooptando a la oposición o silenciando a la disidencia y la prensa crítica, es el camino de la victoria en el estratégico estado.
El virtual candidato ha provocado fracturas dentro del PRI. En 2016, 10 ex líderes del partido en Chiapas le pidieron a Ochoa la remoción inmediata de Albores Gleason, quien era líder del partido, por haber violado los estatutos del partido y permanecer irregularmente en el cargo. El año pasado volvió a chocar con priistas al impedir, de manera ilegal, que participaran en el proceso electoral. Sus antecedentes y el pasado de Albores Gleason no pesaron sobre al presidente. Tampoco las advertencias de lo que su designación va a provocar.
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