Mi pasión por Nueva York, arranca desde mi primera estancia en 1976. Con un grupo de amigos de Centro América y Sudamérica, que compartimos las correrías de amor, los viajes al norte de los Estados Unidos y del Canadá en un paisaje formidable y sitios urbanos trazados con inteligencia y belleza, Montreal, Niagara Falls y hasta parte inglesa del Canadá. En auto, tren y autobús, el espectáculo sensacional desde el crudo invierno hasta la primavera.
En mi libro Mamaleon guardo vivencias para amigos y amigas que hicieron de los viajes la cultura de la gratitud de la exitencia. Nueva York, el paraíso de acero copado por el mar, donde media el horizonte y el cielo.
Escribí mi poema “Calle de Lirios Negros”:
Por la cuarenta y dos van los negros como lirios.
Con botas de charol y zapatos con agujetas rojas y amarillas
Y los sombreros de fieltro y la chaquira
Y las joyas que saltan en reflejo como pulgas a los automóviles
Las trompetas suenan triunfales en auditorios improvisados
En los estacionamientos y en las baterías son grillos de acero
Reventados en las esquinas
Los homosexuales con los palillos de oro y las mejillas rosas
Llevan sombreros blancos y blusas bermellón y la sonrisa al aire
Y los cines pornos repletos de sombras y la leche de la pantalla
Se derrama en las caras y manos en las butacas
Los negros se afilan las uñas en lo largo de las banquetas
Clavados al tornado negro y los Cadillac negros
De altas defensas y llantas gordas
En espera de las niñas ensortijadas con violencia
Los vestidos altos y los botines de pico
El pelo ensortijado y el marfil que ara los sueños
La leontina al tic tac y el frac y el espejo
Y los colores luciérnaga de mujeres de la calle cuarenta y dos
La selva y sus ríos
El orgullo que transita con el bastón de marfil tallado
Y los pasos felinos al compás de secreta música
La heroína y el alcohol prensado en los callejones y charcas
El crimen bajo escaleras y tambos de basura y ratas
Y las “guns de la pólice” tras las bancas podridas del Central Park
Los negros de la calle cuarenta y dos y los anillos de brillantes
Y las largas boquillas doradas y el bigotillo rompe- corazones
Y los sueños perdidos en la selva de asfalto y los pasos
Encendidos en la música de selva de la esquina
Y los negros sobre la capa hermética a sangre de Wall Street
Y los rayos de los platos que se ensartan a los vidrios
En la copa de edificios grises quebrando el neón y aparadores
Y la campana de la Catedral de San Patricio retumba
Por avenidas y puentes sobre el Hudson colgados en la neblina
Y el llanto y la violencia de los reyes de la cuarenta y dos
Y los sueños que esperan el momento de salir a la noche
Para destrozar la cultura de plástico de la ciudad.