“Jarabe de pico”, según el diccionario significa: “palabras sin sustancia, promesas que no se han de cumplir”. Definición que corresponde a la verborrea inacabable de Donald Trump quien acaba de concluir su primer año en la Casa Blanca, a pesar de pronósticos en contra. Su discurso nacionalista y xenófobo, así como su afrentoso sexismo y su desconocimiento de los acuerdos internacionales, generaron en su momento gran incertidumbre en los Estados Unidos y en la sociedad global. Sin embargo, casi nada importante ha ocurrido como consecuencia de esos excesos retóricos.
Su agenda económica proteccionista y su infame rechazo a la movilidad humana, a pesar de constantes amenazas, no se han materializado en políticas interiores que frenen el comercio o la ocupación de mano de obra extranjera. Pese a que ha endurecido su prédica antiinmigrante, los números cuentan otra historia. Durante su primer año deportó 177 mil personas menos que Barack Obama en 2009, de acuerdo con cifras oficiales. Ello no minimiza la focalización de su política en grupos específicos, ya que un tercio de los 310 mil deportados son mexicanos.
Su política exterior se ha caracterizado por la bravuconería, que en su informe a la nación llegó a la agresión contra Rusia y China, con los que en realidad lleva buenas relaciones. Así la dureza de sus declaraciones sobre la situación en Venezuela, que no descarta una opción militar, aunque no hayamos visto los preparativos para una intervención armada, como en eventos pasados de ocupación estadounidense en Latinoamérica. También amenazó a México con una supuesta persecución de los “bad hombres”, aunque no presenciamos que cruce la frontera ni una sombra de Pershing. Igualmente la desmesurada amenaza de un conflicto nuclear con Corea del Norte y su desprecio a la capacidad militar de Irán, que no ha producido, sin embargo, el desplazamiento de ninguna ojiva. A veces se habla para no hacer y en otras se hace para no hablar, decía un agudo compatriota. Este último es el caso del reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, lo que arriesga mayores peligros de violencia en Medio Oriente y estropea la posibilidad de recomponer las relaciones entre dos naciones a las que divide un enfrentamiento histórico; aunque esa decisión tenga claros perfiles de política interna.
Si bien la Unión Americana ha recuperado durante la gestión de Trump un crecimiento equivalente al 2% del PIB, no es debido a un buen manejo de la economía por parte de su administración, sino como lo ha dicho el Premio Nobel Robert Shiller, es atribuible a las políticas adoptadas por su antecesor: elevación de salarios, subsidios para la contratación, inversión estatal en ciencia y tecnología e independencia energética. A pesar de la volatibilidad congresional, Trump logró aprobar una importante reforma fiscal –herencia de la administración Bush- que favorece las fortunas de los grandes empresarios y golpea a la clase media. De nuevo política interior selectiva.
La decisión de gobernar vía Twitter no es una extravagancia, sino una forma de comunicarse con los diversos sectores de la sociedad norteamericana, aunque genere incertidumbre internacional, lo que no le importa. Pareciera que Trump siempre está en campaña y que dirige sus mensajes a la población blanca más radicalizada, que representa su coto electoral estimado en una cuarta parte de la población y que le seguirá siendo leal aunque las políticas económicas de su administración los perjudiquen. Obviamente está pensando en sus próximas reelecciones.
Por lo que respecta a México, Trump pretende clausurar esa ventana derivada de las inversiones norteamericanas y de la relación exportadora de bienes con valor agregado favorable a nuestro país; políticas patrioteras de muy difícil implementación habida cuenta del alto grado de integración económica de América del Norte. Lo que puede obtener es la sumisión de nuestro país al esquema de seguridad estadounidense. Otra política errada es la reducción del monto de las remesas a nuestro país, que se han incrementado como fruto de la vulnerabilidad de los migrantes y la depreciación del peso. Su imaginario preferido es el muro fronterizo que carece de financiamiento tanto allá como acá. Palabras que el viento se lleva.