Trump juega bajo sus propias y rudas reglas. No son las del dialogo basado en el respeto a principios de seriedad, buena fe y confianza mutua. Es un negociador sin escrúpulos; golpea antes de dialogar, cambia de opinión, retuerce los conceptos, engaña. Propone un acuerdo y si el otro acepta exige más. Cree que el mundo gira a su alrededor. Más que presidencial se comporta como vendedor de seguros, autos usados o bienes raíces.
Impuso aranceles de 50 por ciento a las importaciones de lavadoras domésticas justo un día antes del inicio de otra ronda de negociaciones del TLCAN. Golpeó para mostrar su poder. Al mismo tiempo dijo que la negociación marchaba muy bien. Por más que estamos aprendiendo a no creerle trae a la moneda nacional bailando al son de la negra.
Su discurso sobre el Estado de la Unión, equivalente al informe presidencial que aquí ya no existe, expresa perspectivas muy sesgadas.
Presume que la economía y el empleo marchan bien. Tales resultados son herencia de la presidencia de Obama y no de propuestas que aún no entran en operación; como la reducción de impuestos, la renegociación de tratados comerciales o la elevación de salarios.
Habla de su amor por la población que está recuperándose de los ciclones; pero fue evidente su negligente apoyo a Puerto Rico. La tercera parte de la población de la isla sigue sin electricidad y acaba de retirarles los subsidios alimentarios. Sobre todo, no menciona que el incremento de catástrofes ambientales indica que hay cambios climáticos de fondo. Por lo contrario, se retiró de los acuerdos climáticos internacionales y debilita o elimina las reglas ambientales internas.
En esta línea defiende la producción de energía de lo que llama “carbón limpio” y la explotación petrolera en áreas anteriormente conservadas por su importancia ecológica.
Presume la mayor reducción de impuestos de la historia y de cómo habrá de beneficiar a las familias de clase media. No dice sin embargo que se trata de migajas que disimulan que el mismo, su familia y el uno por ciento más rico se beneficiará pagando miles de millones de dólares menos en impuestos. Y nada garantiza que el ahorro extraordinario en manos de los grandes corporativos será usado para elevar salarios o incrementar los empleos. Es evidente que profundiza la inequidad económica y fortalece la influencia política de los súper millonarios.
Eliminó la obligación de contratar un seguro médico. Los más jóvenes y sanos dejarán de asegurarse y los costos se elevarán para los más viejos y enfermos. Con ello espera destruir el sistema creado por Obama. Lo esencial que debería discutirse es que Estados Unidos es el único país industrial que no cuenta con un sistema de universal de salud pública.
En nombre del respeto que merecen todos los ciudadanos promueve castigar o despedir a cualquier empleado federal deficiente en sus tareas. Con ello elimina derechos laborales y culmina su estrategia anti sindical.
Dice que ha terminado la era de los malos tratados comerciales; ahora espera que el comercio sea justo y reciproco. Pone como ejemplo que Chrysler está reubicando una importante planta industrial de México a Michigan. Evita mencionar que el mayor déficit comercial norteamericano es con China, donde él y su familia tienen inversiones muy redituables.
En su discurso presentó a los padres de dos adolescentes asesinadas por la pandilla MS-13 (Mara Salvatrucha) para decir que estos gánsters se aprovecharon de un laxo sistema migratorio para entrar al país y así convertirse en estudiantes de la escuela donde cometieron el asesinato.
No dice que estos individuos no tenían malos antecedentes en El Salvador, su país de origen. Que se convirtieron en pandilleros en los barrios y escuelas de los marginados y que ahí también se vuelven maleantes los muchachos norteamericanos. Tampoco dice que la deportación de miles de pandilleros a El Salvador sobrepasó a la policía local y creo situaciones de gran violencia que a su vez hicieron que más salvadoreños emigraran a los Estados Unidos. La respuesta no es endurecer las leyes migratorias sino una política educativa y de inclusión social.
Estos ejemplos le permiten a Trump atacar las leyes migratorias y dar a entender que entre los migrantes abundan los criminales y terroristas. Entre las modificaciones migratorias que propone se encuentra acabar con las cadenas familiares de migrantes; ahora un migrante podrá pedir la entrada de su esposa e hijos, pero no de padres, abuelos, hermanos, sobrinos, parientes políticos y demás.
Se equivoca Trump. La buena migración ha sido precisamente aquella en la que la integración a la sociedad norteamericana es facilitada, y costeada, por parientes. Los que ayudan a
hermanos, padres o sobrinos, son gente de buenas estructuras familiares. De la misma manera que un patrón prefiere contratar a la hermana de una buena trabajadora porque tendrá
apoyo, capacitación informal y hasta vigilancia familiar que promueva el buen comportamiento.
Lo más terrible es su llamado a modernizar y fortalecer su arsenal nuclear. Como si no bastara la actual capacidad para destruir toda la vida humana y que sus bravuconadas nos
acercan más que nunca a una catástrofe sin precedentes.
La historia señala que el momento más peligroso de un imperio poderoso es su decadencia. Cuando se da cuenta de que va de bajada y pretende impedirlo con medidas desesperadas.
Las propuestas de Trump amenazan directamente a México. Tan solo impedir la migración y desalentar las inversiones pueden ser los golpes de gracia a un modelo basado en la expulsión
de los excluidos, el trabajo esclavo y la inversión externa.
Como esto no ocurre de un día para otro nos refugiamos en las quimeras del pensamiento positivo. Como el avestruz que prefiere no ver. Lo mejor sería ir construyendo opciones; pero estas solo pueden darse abandonando la fe ciega en el mercado o la providencia, para obligar a los gobernantes al cumplimiento honesto y eficiente de las responsabilidades del Estado.