Sobre el espejo perverso que se aglutina en los años deslizo mi dedo índice en las tonalidades de las cosas imposibles que se concentran como lápida de cristal que en la mañana lucen calibradas por el sol. Mirarse al espejo es tocarse la frente, apretar los labios, recorrer con los ojos arriba abajo el rostro que se opaca y se cristaliza día a día.
El espejo es un ojo inexplicable que actúa como un Cíclope del miedo y discordia de las vanidades pasajeras. Óvalo que se tatúa en el pecho para señalar al corazón y la cabeza, distancia medida por la existencia.
He dicho de las cosas imposibles en un espejo que cambia de sitio, que navega en aguas profundas y de sueños.
Todavía puedo tocar sus bordes sin temor a ser cortado por su redondez y puedo tomarlo a una mano al igual que la bruja de los cuentos de mi infancia.
El espejo se diluye en las manchas que dibujan esas cosas imposibles a la mano del artista. Son las formas Platónicas que crean sombras, una tras otra en la caverna profunda del Mercurio.
El espejo es la segunda persona de nuestra vida. Nos mira de frente sin titubeos, soporta lágrimas, tolera sentimientos de odio y amor, somete rayos y centellas en el acoso de la tormenta y tiene la capacidad de llenar sus ánforas para ser espejo en el cielo y en la tierra.
Hoy que me levanto toco las comisuras de mis labios, mientras mis manos suavizan mis arrugas y las cejas se arquean con los ojos de asombro. Este asombro de vivir mis años, en las fuentes de amor que han brillado ante el espejo.
Este objeto oval que ha cruzado todos los tiempos. El tiempo mío, tuyo, el de ustedes. El espejo de mano que adivina mis locuras. El espejo en la pared, a la altura de la conciencia que duplica mi presunta libertad de vivir o de morir.
El espejo que mi madre cubría con una sábana en tiempos de tormenta por ser de malagüero, está aquí, desafiando a la muerte, soportando a la vida. No siento miedo de mirarme, el espejo bien sabe que he aprendido a reír, a burlarme de mí mismo.
Si tengo temor, porque el temor es un Don de los dioses, y confieso que a veces tiemblo ante el espejo. Hoy, cumplo 73 años de mirarme.