8 diciembre, 2025

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Crónica urbana

Cuando escribimos

Crónica Urbana

En las galaxias de la escritura no escapamos a la mirada de los  vigilantes ocultos en las fuentes inalámbricas de las computadoras. Son ojos retorcidos en lo módulos cibernéticos que se arrastran sigilosos con sus máscaras digitales. Van sobre las pistas que han dejado los gerundios y los verbos en tiempo pasado, husmeando los futuros sobre el escritorio, disolviendo el polen sideral.

Somos espiados por los empleados de las compañías eléctricas, por los fundadores de las ciudades de luz, por los gambusinos del tesoro de estado y la afirmación de los poderes fácticos que flaquean los territorios económicos.

Es una vigilancia sin día y noche, donde duermen los jerarcas pero no los testaferros del miedo y la avaricia continental.

Extramuros por las ondas magnéticas y el sonar de los brazos de titanio y cobre, dentro, con los ojos cristalizados de los radios de ámbar y  luz infrarroja.

Son los ojos de los gatopardos, de las furias enloquecidas del poder que aspira a la perpetuidad. Han contratado a las agencias del temor controlado, del asombro de la ignorancia, del placer entumido en las escenas de la televisión programadas para cada hora, para cada instante de la masturbación eólica.

En dirección al norte, donde las fanfarrias de guerra y odio hacen temblar a la tierra.

Vigilados, entregados las redes sociales al mejor postor, la gente que escribe marca en cada letra y en cada palabra los parlamentos de su inocencia.

El reloj y su tic tac acelera el rumbo de las cosas, la escritura es colada en los grandes cisternas de los libros en pantalla. La Cambridge Analitika nos ha comprado la lengua y nuestro dedo pulgar es un manso cordero dirigido en las pantallas de mercurio y el plasma se derrama en el teclado de las computadoras.

Tenemos una dirección aconsejada por los puristas del lenguaje, por los adormecedores del pensamiento, por los Priatos de la corrupción, por las orquestas digitales que asfixian al pueblo.

Somos vigilados por los cavernícolas espaciales, no hay tiempo ni lugar, sólo esquema de un poder que pasa la estafeta a sus pequeños testaferros mientras el viejo león continúa con su rugido anónimo, perdido en la selva de su maltratado poder.

El tigre anda suelto, nunca, pero nunca han parado al tigre al que le faltan muchas rayas para ser pasado al taxidermista del museo sexenal.

Hay rugidos en las estepas, los lobos calientan sus colmillos y los coyotes preparan sus monedas de cambio. En el zoológico son amaestrados y cebados los mapaches con extremo sigilo. Las teclas de bolsillo resuenan como monedas de oro y plata, los vigilantes aúllan, el tigre anda suelto, hay muchas razones para comprar fichas para la ruleta de julio.

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